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¡Basta, basta ya! exclamó éste. Ahora vamos á comer. Se limpiaron de nuevo los ojos y salieron del gabinete. Justamente en aquel momento llegaba D.ª Robustinana diciendo en alta voz: Señor, señor, que la sopa ya está fría. Al verlos cogidos de la mano y con los ojos enrojecidos quedó sorprendida. Robustiana, aquí tienes á mi hija manifestó el capitán presentándola.

El, que en los comienzos de la enfermedad había pedido a Dios la vida de su hija, que después le había rogado que le concediese algunos años, luego algunos meses y más tarde solamente algunos días, contentábase con pedir para ella unas horas más de vida. Tengo frío dijo Magdalena con voz apagada.

, ahí le dejo tan tranquilo; a Quilito no se le debe tomar a lo serio: es un loco. Bueno, hija, hasta luego. Hasta luego, Pablo.

Yo soy tu madre... Las circunstancias han hecho que hasta ahora no haya podido darte el nombre de hija; pero Dios no ha querido que muera privada de ese placer... Acércate, hija mía. Demetria bajó todas las escaleras y se aproximó á la señora. ¿Me das un beso? dijo ésta tomándola de la mano y con voz donde se traslucía la emoción.

Enteráronle de lo ocurrido. Fué a ver a su hija al colegio de niñas pobres. La sacó de allí y la puso en otro de pago, adonde por rara casualidad iba a visitarla. En la población, sin embargo, fué loado su rasgo de generosidad.

Sin ti ya hubiéramos conquistado a Europa, y los hombres rojos serían los señores del mundo! ¡Y yo me he humillado ante el jefe de esa raza de perros!... ¡Yo le he pedido su hija en vez de tomarla y llevármela, como hace el lobo con la oveja! ¡Ah! ¡Huldrix! ¡Huldrix!... Y deteniéndose, añadió en voz baja: ¡Escucha, escucha, valkyria! El viejo levantó la mano con aire solemne.

Sin embargo, bajo el ala protectora y la altiva tutoría de la señora Percival, Mabel había penetrado en el mejor y más elegante círculo social, cuyas puertas están siempre abiertas para la hija del millonario, y había dejado bien sentada su reputación como una de las debutantes más encantadoras de su season. ¡Cómo ha cambiado la sociedad en estos últimos diez años!

¡Fruta nueva! decía ; dejaría ella de ser hija de Eva si no le petase la novedad. ¡Un mequetrefe! ¡Veinticuatro años y ya con tres galones! ¿Cuándo se ha visto tal prodigalidad de grados? ¡Hace cinco o seis años que iba a la escuela y ya manda un Regimiento! Sin duda vendrán a decirnos que ganó sus grados con acciones brillantes.

El mismo día que pareció Leandra la despareció su padre de nuestros ojos, y la llevó a encerrar en un monesterio de una villa que está aquí cerca, esperando que el tiempo gaste alguna parte de la mala opinión en que su hija se puso.

Y cuando, finalmente, aparecía Batiste, gritaban los pequeños de alegría, sonreía Teresa limpiándose los ojos, salía la hija á abrazar al pare, y hasta el perro saltaba junto á él, husmeándolo con inquietud, como si olfatease en su persona el peligro que acababa de arrostrar.