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Se formó un partido contrario, capitaneado por D. Casimirito, hijo del hidalgo más rico del lugar. Este partido era de más gente; pero, así por las prendas personales del capitán, como por el valor y decisión de los soldados, quedaba siempre muy inferior á los fadriqueños.

Los de agora no son autos, sino autillos contestó el espadero, agregando en seguida con melancólico semblante: ¡Ah cuán poco vividoras, señor hidalgo, las glorias de este mundo! Apenas vase poniendo la cereza escura y mollar como conviene, cata ahí el gusanillo.

Satisfecho el hidalgo, muy correcto y galante, dijo que la señora debía disimular lo desagradable de su visita, pero que era su deber velar por aquella niña y que se congratulaba de que fuesen infundadas las acusaciones que se le habían hecho.... Tal vez un exceso de solicitud..., o alguna mala interpretación, había dado lugar a aquel «incidente», que él lamentaba.... La señora perdonaría....

Preguntóle la duquesa, cuyo título aún no se sabe: -Decidme, hermano escudero: este vuestro señor, ¿no es uno de quien anda impresa una historia que se llama del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que tiene por señora de su alma a una tal Dulcinea del Toboso?

Que un hidalgo no debe a otro que a Dios y al rey nada, ni es justo, siendo hombre de bien, se descuide un punto de tener en mucho su persona.

Después del rey nadie tiene más altos deberes que . Modelo debes ser, en virtudes y sentimientos, de tanto hidalgo indigno de su prosapia y de tanto plebeyo blasonado por el dinero y la vanidad. No olvides jamás lo que a ti mismo te debes, y a tus gloriosos predecesores.

Por el Sr. D. Floro de Zamudio, se dijo: Que se conformaba en todo con el voto del Sr. D. Cornelio Saavedra, debiendo tenerlo decisivo el Sr. Síndico Procurador. Por el Sr. D. Manuel Antonio Barquin, se dijo: Que, como vecino de Buenos Aires, su Exmo. Cabildo se sometió á la suprema autoridad, en cuyo caso votaba á favor del Sr. Virey el Exmo. Sr. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros. Por el Sr.

Rivera, criado de confianza de la condesa, fué á cumplir las órdenes de su señora; poco después entró en la tienda con Santos. La condesa se dirigió entonces á la tendera, que estaba admirada y aun enorgullecida por tener á una tan gran señora y tan hermosa en su casa: Necesito la dijo un lugar donde hablar á solas con este hidalgo.

Enorgullécete, Amaury, porque esos sentimientos son los de un joven honrado y tu corazón es hidalgo. ¡Oh, padre mío, padre mío! exclamó Amaury en vano trataríamos de ocultarle algo: nada se escapa a su mirada que, como la de Dios, sondea los más secretos pliegues del alma. Por lo que atañe a ti, Antoñita continuó el doctor, ya es otra cosa. amas a Amaury desde que le conociste.

Por mi honra de hidalgo y por mi fe de cristiano, señora, bastaba con que yo supiese que esas cartas eran de su majestad, para que yo no pusiese en ellas los ojos. Esperad, esperad un momento, caballero dijo la dama. Esperaré cuanto queráis. Vuelvo al punto.