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Desde que vivo, desde que soy hombre, y ya hace años, pues no es tan grande mi mocedad, he despreciado todas esas sombras y reflejos de deleites y de hermosuras, enamorado de una hermosura arquetipo y ansioso de un deleite supremo.

Habíale parecido su mujer hermosa: pero entonces le pareció que la hermosura de su mujer no pertenecía á la vida, que tenía algo de fantástico, de divino. ¡Juan de mi alma! le dijo doña Clara ; vámonos de aquí: me parece que me van á arrancar de tus brazos, que se va á cerrar de nuevo esa puerta, que no te voy á volver á ver.

Sobre todos los ensueños de mi juvenil imaginación ha venido a sobreponerse y entronizarse la realidad que en Vd. he visto: sobre todas mis ninfas, reinas y diosas, Vd. ha descollado; por cima de mis ideales creaciones, derribadas, rotas, deshechas por el amor divino, se levantó en mi alma la imagen fiel, la copia exactísima de la viva hermosura que adorna, que es la esencia de ese cuerpo y de esa alma.

Y si es que vuestra merced no se precia de ser tan secreto como don Galaor, con las veras que puedo le suplico, en nombre de toda esta compañía y en el mío, nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su dama; que ella se tendría por dichosa de que todo el mundo sepa que es querida y servida de un tal caballero como vuestra merced parece.

Por allí vaga alegremente la turba de elegantes ociosos y de lujosas cortesanas, que ostentan su hermosura cosmopolita y su fortuna de cotizacion mas ó ménos anónima.

Voy á ayudaros añadió el joven : esta carta ha venido de palacio á mi tío, de mano de una dueña de la servidumbre. Si no me dais más señas no puedo alumbrar vuestras dudas. ¡Y me duermo, vive Dios, me duermo! dijo Quevedo bostezando. Decidme: ¿hay en palacio alguna dama cuya hermosura deslumbre como el sol? Háilas muy hermosas: ¿la vuestra es esbelta, ligera, buena conversación, morena?...

Unos protestan todos los años haciéndose de nuevas y diciendo: «¡Pero ve usted qué tiempo!». Otros, más filósofos, se consuelan pensando que a las muchas lluvias se debe la fertilidad y hermosura del suelo. «O el cielo o el suelo, todo no puede ser». Ana Ozores no era de los que se resignaban.

La forma de la cabeza, la sonrisa, el perfil sobre todo, la nariz corva, la boca hundida, los ojos picarescos, eran trasunto fiel de aquella hermosura un tanto burlona, que con la acentuación de las líneas en la vejez se aproximaba algo a la imagen de Polichinela. La edad iba dando al perfil de Estupiñá un cierto parentesco con el de las cotorras.

Desechados así los celos, la mente y el corazón de doña Inés dieron entrada franca al afecto y a la admiración de la bondad, del talento y de la hermosura de que Juanita estaba dotada. No había primor en Juanita que doña Inés no advirtiese, celebrase y ponderase.

1 Despiértate, despiértate, vístete tu fortaleza, oh Sion; vístete tus ropas de hermosura, oh Jerusalén, ciudad santa, porque nunca más acontecerá, que venga en ti incircunciso, ni inmundo. 2 Sacúdete del polvo, levántate, siéntate, Jerusalén; suéltate de las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sion.