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10 El hechizo de Sevilla, de D. Ambrosio de Arce. 11 Enmendar yerros de amor, de D. Francisco Jiménez de Cisneros. 12 El cerco de Tagarete, burlesca, con su entremés, de Bernardo de Quirós. 1 El mejor par de los doce, de D. Juan de Matos Fragoso y D. Agustín Moreto. 2 La mesonera del cielo, del Dr. Mira de Mescua. 3 La milagrosa elección de Pío V, de D. Agustín Moreto.

Yo me los explico de cierto modo, que voy á tener la sinceridad de declarar á V. En el puro amor que en general profesa V. á las mujeres, hay algo del antiguo caballero andante, algo del hechizo que tiene para todo ser fuerte dar protección á los débiles y desvalidos. En el concepto superior á la realidad que de las mujeres V. forma, hay gran bondad é instintiva poesía.

El dolor fecundaba su espíritu; multitud de intuiciones germinaban en su mente, como seres irónicos que hubiesen permanecido ocultos bajo una capa de ideas pesadas y groseras. Adriana le parecía una enemiga y él su antagonista, que luchaba con los ojos ciegos, a discreción de aquella alma tal vez maligna bajo la irradiación de su hechizo.

Y no queriendo que el hechizo y el deleite de tales relaciones consistan en que se presten a la murmuración, han resuelto, para evitarla, casarse a escape. Vea usted por dónde, echándome mamá parte de la culpa, ha decidido darme padrastro y tirano, que, sin duda, vendrá a instalarse, dentro de poco, en esta casa... ¡Jesús, María y José! ¿Qué lío es este?

Y sin embargo aseguro que mi corazón era de Angelina, porque a las voces, en mis ensueños, no veía yo a Gabriela, sino a Linilla; a Linilla que me miraba tristemente, como si fuera a decirme: ¡Ingrato! ¿Por qué te olvidas de ? Aquello era una locura, un delirio, algo como un hechizo que me dominaba y me poseía. Me decía yo: ¿Estás enamorado de Gabriela?...

Pero si en el inmenso celeste paraíso Á no te encontrase mi celestial hechizo, Mas bien entre las llamas quisiera estar que allí. Pensamiento de una cancion corsa. Esta composicion fué inserta en la página 362 del tomo de las «Obras completas de don Estéban Echeverría» como perteneciente á este autor. A este respecto dice su biógrafo el Sr. D. Juan María Gutierrez en el vol. IV. pág.

Cierta vez le invitaron a beber, ofreciéndole un vaso lleno hasta el borde. La idea del hechizo o del veneno cruzó por su espíritu.

Su inocencia me cautivaba en dulcísima cadena, y yo, que la salvé a esta niña del abandono, más por deber de conciencia que por amor de padre, me sometí a su hechizo con una dejación de mismo absoluta y feliz. Ya, desde entonces, sólo salí de Luzmela por precisión y muy pocas veces.

Iba á recobrarlo de un momento á otro, y su felicidad sería completa... Inmediatamente se arrepintió de haber evocado este recuerdo, que podía disolver el hechizo en que vivían. Pero ella no mostró emoción alguna. ; lo recobraré murmuró . Estoy segura. Me acompaña la buena suerte... Ya era hora, después de sufrir tanto. Y volvió á entregarse al momento presente.

Estas últimas palabras fueron dichas con inusitada violencia. Miguel, que estaba bajo el hechizo de su figura distinguida, su elegancia y la suavidad voluptuosa de su mirada, se dejó arrastrar por ellas.