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Roberto no podía hacerla esperar mucho más sin exponerse a verla extinguirse un día agotada por la pena, como una lámpara que ya no tiene aceite.

Las que me conocéis, las de mi lavadero, ¿no m'habéis oído contar que cuando mi hijo se me moría le dio la teta una señora?... ¡Pues ésta es! ¡Pa hacerla daño me tenéis que matar a !

Forma por induccion una máxîma general falsísima, creyendo que la tal medicina es remedio cierto para semejante dolencia. Así continuando en hacerla comun, queda muchas veces burlado. En el trato civil sucede lo mismo. Ven á uno que un dia entra en una casa, y lo repite otro dia, y sin mas exámen pronuncian: Fulano va todos los dias á tal casa, ú hace tal cosa, &c.

¡Vamos! exclamó el buen hombre . Si yo lo hubiese oído, me hubiera reído en sus barbas como hace poco... ¿Sabe usted que el loco ha venido a pedirme la mano de Luisa, para hacerla reina de Austrasia?

Y aunque yo me hubiera dado cuenta de su amor, ¿habría podido hacerla feliz? ¡Sólo a ella podía confiar mi pasión por la otra!... Alejandra trató de curarme llamándome al deber de servir la causa: quise escucharla, pero en vano. La idea de reconquistar el amor que antes desdeñara, embargaba y dirigía mi vida entera.

Miéntras duró la guerra de la independencia, la provincia de Moxos se vió del todo abandonada, y permaneció fuera de las contiendas políticas que desde 1810 hasta 1824 sacudieron el resto del continente. Acordáronse de ella sin embargo para hacerla contribuir con los tesoros de sus iglesias.

Concluida la apasionada epístola, no faltaba otra cosa que llevarla a su destino: pero, ¿cómo iba a hacerla llegar a manos de mi vecina?... ¿Valiéndome del correo? No conocía el nombre de mi deidad. ¿Comisionando al portero para que se la entregase mediante una propina de tres francos?

Cree haber nacido para vivir en lo más alto, y la desgracia se complace en hacerla caer... Nada tiene de extraño que sea mala, faltándole el consuelo de la modestia y la resignación. Pareció asustarse el español al considerar lo que probablemente podía ocurrir en la Presa después del suceso de aquella mañana.

Yo por mi parte había tenido bastante sangre fría para no hacerla sospechar el verdadero interés que me inspiraba. Volví a mi casa preocupado, dominado por el efecto que había causado en la vista de Amparo.

-Bien puede, señor -respondió a esta sazón Sancho-, bien puede tener las riendas a su yegua, porque nuestro caballo es el más honesto y bien mirado del mundo: jamás en semejantes ocasiones ha hecho vileza alguna, y una vez que se desmandó a hacerla la lastamos mi señor y yo con las setenas.