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El era zafio, mal educado, travieso y atrevido; tenía pocos alcances y una voluntad tan realenga, que ni a su padre se sometía; peto en estos mismos defectos se fundaba la amistad de Juanita hacia él. Juanita había adquirido y conservaba tai imperio sobre aquel muchacho, que lograba que la respetase, temiese y obedeciese como un perro a su amo.

Estos caballos pasaron dos veces por nuestra gente, entre el fuerte y las galeras, haciendo carrera entre los nuestros como si hobieran de jugar cañas, tanto que dieron lugar á que los turcos metiesen las banderas sobre dos galeras que estaban sin gente. La una había servido de hospital y habían sacado la gente y heridos della por la artillería que les hacía daño. La otra estaba medio deshecha.

Sus ropas parecían no haberse desprendido de su rechoncho cuerpo desde que nació, y sus greñas mal peinadas, de color de barbas de maíz, despedían un olor a pomada de baratillo, más desagradable que su aliento. Isidora sentía hacia ella repulsión invencible; no la podía mirar, no la podía tocar, y al sentirla cerca, se estremecía de horror. Antes moriría de hambre que comer cosa guisada por ella.

El agradecimiento que sentía el pescador hacia el que había salvado a su hija, se había convertido al verle tan interesado por ella en una amistad exaltada, que sólo podía compararse a la admiración que excitaban en él las grandes prendas que adornaban a Stein. Grande fue igualmente el regocijo que causó la noticia del casamiento de Stein en todas las personas que le conocían y le amaban.

Mi señora quería hacer obra, obra grande; tirar tabiques, reformar muchas cosas, tapizar luego habitaciones... un trajín de todos los diablos; y, por otra parte, no quería renunciar al viaje, cuestión de salud. Tenemos un administrador viejecito, un buen señor, pero con tantos años sobre , que no sirve para nada. En una palabra, hacía falta que se quedara alguien con él.

Entonces, ¡si hubieses visto sus hermosos ojos inclinarse hacia el suelo, sus largas cejas fruncirse ligeramente, sus mejillas colorearse con un tinte vivo y fugaz! El ángel se ha ruborizado; entonces no era más que una mortal, pero una mortal adorable ¡y adorada! iba a decir, ¡qué locura! He aquí lo que me han contado.

La marquesa no hacía caso de aquella música que estaba cansada de oír. Su nieto era un precoz pianista, un monstruo, un fenómeno de agilidad y de buen gusto. Había sido discípulo y era ya émulo de los primeros pianistas franceses. Orgullosa de esta aptitud, la marquesa obligaba al muchacho a estudiar diez horas al día.

Siguiendo las rutinas a que se dan los que han leído algunos libros, habló también de Constantino, de Grecia, de las barras de Aragón y de los pececillos que las tenían pintadas en el lomo. Era de cajón sacar a relucir las colonias fenicias, cosa de que Jacinta no entendía palotada, ni le hacía falta.

Juntaronse los Gobernadores, y Consejeros del exército, y ponderando las dificultades y peligros que pudieran suceder de quedarse en la Provincia, juzgaron por cosa util y necesaria admitir los partidos, y caminar adelante; porque quanto mas se acercaban hácia el mediodia, tanto se acercaban á tener cerca los socorros de Sicilia, y de España.

Y lo que más daño le hacía era la persistencia muda de aquella mirada de los ojos verdes en la carita cubierta por el desordenado cabello. Era evidente que su pobre hermana no concebía en ella la bondad. Entonces, movida por un impulso ardiente, tomó entre sus manos la cabeza de Raquel. Una ternura inmensa la avasalló, hasta quitarle el respiro.