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2 Y se transfiguró delante de ellos; y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos fueron blancos como la luz. 3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 4 Y respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, bien es que nos quedemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos: para ti uno, y para Moisés otro, y otro para Elías.

Un buen mozo con negro dominó, montando un caballo de alquiler, marchó toda la tarde como pegado a la portezuela, hablando con Concha, mientras la mamá y Amparo miraban las máscaras. Era Roberto del Campo, el cual, a pesar de su gallardía, iba resultando un posma, que sólo sabía decir floreos, sin llegar nunca a declararse. La mamá comenzaba a no encontrar tan seductor a aquel espantanovios.

Y continuó hablando mientras miraba a Silas con compasión: ¿Pero no oísteis las campanas de la iglesia esta mañana, maese Marner? ¿Conque ignorabais que hoy es domingo? Viviendo aquí tan solitario os olvidáis del día que es, me parece; además, con el ruido del telar, no oís las campanas, que, por otra parte, ahora sofoca el aire frío y húmedo que reina.

Menéndez y Pelayo; pero, hablando con franqueza, su Antología hubiera valido más, si en vez de constar de cuatro gruesos tomos hubiera constado sólo de dos, y aun de uno: su Antología se asemeja á los libros proféticos que la Sibila de Cumas vendió á Tarquino el Antiguo.

Y su papá le está hablando: «¿Nené, no te dije que no tocaras ese libro? ¿Nené, no sabes que ese libro no es mío, y que vale mucho dinero, mucho? ¿Nené, no sabes que para pagar ese libro voy a tener que trabajar un añoNené, blanca como el papel, se alzó del suelo, con la cabecita caída, y se abrazó a las rodillas de su papá: «Mi papá», dijo Nené «¡mi papá de mi corazón! ¡Enojé a mi papá bueno! ¡Soy mala niña! ¡Ya no voy a poder ir cuando me muera a la estrella azul

Emprendieron su camino presurosos por la calle de Mesón de Paredes, hablando poco. Benina, más sofocada por la ansiedad que por la viveza del paso, echaba lumbre de su rostro, y cada vez que oía campanadas de relojes hacía una mueca de desesperación. El viento frío del Norte les empujaba por la calle abajo, hinchando sus ropas como velas de un barco.

El, como todos, me había dicho que me llevaría consigo... y como los otros me ha dejado aquí. Miróme profundamente el capitán, y dijo como hablando consigo mismo: Pedirla más hermosa sería avaricia, y parece inocente Muchacha añadió dirigiéndose á , ¿quieres ser la prenda de un mozo de rumbo? No os entiendo le contesté. ¿Quieres ser mi moza, digo?

Las horas corrían veloces; pero nosotros no oíamos o no queríamos oír los golpes del reloj sonando lentamente en el silencio y soledad de la noche. Sin embargo, la seca campanada de la una nos estremecía y nos llenaba de inquietud. Aún permanecíamos hablando algún tiempo. Sonaba la una y media... Vete, vete. Cinco minutos nada más. Pasaban cinco minutos, y otros cinco después, y yo no me movía.

Las parisienses saben dar un buen giro a sus frases, presentándolas de una manera conveniente y complicada, pero yo no ... y hablando francés me costaría mucho salir del paso si no dijera las cosas lisa y llanamente como se me ocurren. En fin, estoy contenta, en extremo contenta, señor cura, y espero que vos también quedaréis satisfecho de vuestras nuevas parroquianas.

De un bosque muy cercano de repente Dos indios salen fuertes, y llegaron estaba nuestra gente reposando, Y de los dos, el uno está hablando. "A tan altivo, dice, atrevimiento No habia de ofrecerse desafio, Mas castigo hacer para escarmiento De vuestra presuncion y desvarío. ¿Porqué os osais meter en este asiento, Con tan flaca pujanza, y poderío?