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El novio, cada vez más sofocado, gritaba con acento colérico: ¡Dejarlo!... ¡dejarlo! Se le ha destapao el tarro, y hasta que eche toda la bilis no callará. Velázquez se había aproximado para gozar de la guasa, dejando sola á María-Manuela á la ventana. Antoñico, se levantó de la silla donde estaba cerca de Soledad y, dando una vuelta con disimulo al aposento, se acercó á su antigua querida.

Y, observando que su burla oscurecía el rostro de la joven, añadió tomándole una mano y acariciándola: No hagas caso, serrana; anunciaba, , mi matrimonio, pero era contigo... ¡contigo, morena, que tienes unas pestañas que se clavan en el alma como alfileres! ¡Quita allá, falso! ¡No gastes guasa! replicó ella dándole un leve empujón.

Detuviéronse un instante en la habitación, y D. Manuel, poniéndole una cara muy seria, hizo a su primo esta pregunta: «Vamos a ver, sin guasa. En mi estado, sea bueno, sea malo, en mi estado presente, fíjate bien, tal como ahora estoy, ¿podría yo tener hijos?». Moreno Rubio soltó la carcajada. «Hombre, no digo que no. Podrías tener una escuela de párvulos».

La reunión se preparó á gozar de la disputa, como siempre. Vamos, tío, usté tiene gana de guasa. No, hijo, lo que tengo gana es de vino. Pues yo ya le he pagado á usté bastante esta noche. ¡Ay, qué gracia, que me ha pagado bastante!... ¡Pues yo á ti no!... Niño, tráete más vino para este gallego... ¡Tío! No me insulte, que le falto á usté al respeto.

Esta mañana ha pasado por aquí y ha hecho la cuenta...» Y efectivamente, señores, me enseñaron el libro y estaba borrada la partida. ¡Ese! ¡ese que está ahí la ha mandao borrar! Las últimas palabras del viejo apenas pudieron oirse. Tal fué la algazara que había levantado su discurso. ¡Tío! ¡tío! exclamó Frasquito rojo de cólera. ¡No tenga usted tanta guasa!...

En una palabra: no era proporción para conservada, ni había que esperar de él cosa buena. «Lo mejor se decía Carola es despedirle pronto, cuanto antes, de modo que no volvamos a vernos, lo cual que hay que armarle un tiberio mu gordo. Los muebles..., vaya una guasa..., me la tié que pagar. Demasiado sabía que no habían de ser para él. ¡Marranote! ¿Cómo haría yo para que me dejase en paz?

Entonces su negra cólera se deshizo en injurias candentes, interminables. Velázquez las escuchó un rato con calma bebiendo á sorbos el vaso de vino que tenía delante; pero al cabo se hicieron tan pesadas, que no pudo sufrirlas más tiempo. ¡Ea, señoras! ¿Qué va aquí jugado? profirió dando un fuerte puñetazo sobre la mesa. ¿Quieren ustedes que dure esta guasa toda la noche?

Ya, ya... dijo el dominico, sonriendo con guasa . Has buscado en esta urraca a Diógenes; has creado tu Diógenes, el cínico, el que hablaba con claridad odiosa, y para que nada falte, le has encerrado en su tonel. Y , ¿qué eres: socrático, platónico, peripatético, sofista?

De pronto el farmacéutico mudó el tema: «¡Ah!, me olvidaba de lo mejor. ¿Sabe usted que el crítico y yo nos hemos hecho amigos? ¡Quién lo creería! ¡Tanto como yo le odiaba! Pues verá usted. Padillita le metió un día en la botica, y yo empecé a darle guasa con sus críticas, diciéndole que me gustaban mucho. Pues resulta que es muy modesto y que se asusta cuando le elogian lo que escribe.