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La regencia trina... seis, o por mejor decir, ocho. Y Ángel I... nueve. ¡Ah!, se me olvidaba el de Portugal que anda remiso... y Montpensier. Once. ¿Qué tal? Pero... así, candidatos formales.... ¡Mozo, café y cognac! No, gracias, lo tomé en casa.... Claro: candidatos serios, por hoy, don Carlos y la república.

La niña levantó nuevamente su regordete y blanco brazo, cuyo seductor contorno realzaba un brazalete modelo, chillón y macizo regalo de uno de sus más humildes admiradores, que llevaba gracias a la solemnidad del día. Reinó un silencio sepulcral.

"En teníades bien que hacer, y no haríades poco si me remediásedes", dije paso, que no me oyó. Mas, como no era tiempo de gastarlo en decir gracias, alumbrado por el Espíritu Santo, le dije: "Tío, una llave de este arte he perdido y temo mi señor me azote. Por vuestra vida, veáis si en esas que traéis, hay alguna que le haga, que yo os lo pagaré."

Y ya ves que por eso a los batuecos ni nos falta salud ni buen humor, prueba evidente de que entrambas cosas ninguna falta nos hacen para ser felices. Aquí pensamos como cierta señora, que viendo llorar a una su parienta, porque no podía mantener a su hijo en un colegio, «calla, tonta, le decía: mi hijo no ha estado en ningún colegio, y a Dios gracias bien gordo se cría y bien robusto».

Godofredo los tomó con mano temblorosa y permaneció mudo frente a su bienhechora sin acertar a emitir una palabra de gracias, embargado enteramente por la emoción. Al fin, con voz alterada, pudo exclamar: ¡Oh, señora, cuántos beneficios la debo! ¡Si yo pudiera expresar lo que pasa por mi corazón en este momento!

Examiné esta y aquella, y en efecto, en el oro del primero y en la plata de la segunda, se encontraba la cifra y una inscripción debajo de ella que decía: 8 de Enero 1720. Mientras hice mis investigaciones, el sacerdote concluyó su rezo de gracias, y ambos nos dirigimos á la casa de mi amigo A... Incidentalmente hice recaer la conversación acerca de la ermita y de lo que á ella se refería.

Cualquier día van a costarle caras estas gracias dijo Lorenzo, contemplando a Melchor sobre cuyos hombros se veía a la distancia las puntas flotantes del pañuelo, agitadas por el vendaval que el Platero producía. ¡Ni potro que fuera... para sacarlo a don Melchor! se aventuró a decir Ramona, como si la agitara un hondo orgullo ante la proeza realizada por su patrón.

Pero advirtió entonces en Adriana la palidez y un ligero temblor de los labios. Y comprendiendo que algo grave ocurría, tomó a Charito aparte. Ella se sentó al lado de Muñoz, quien se había incorporado y la miraba con expresión de curiosidad. Ambos quedaron por un rato en silencio. He recibido su carta y he venido. Gracias, Adriana. Yo debo agradecerle este acto de bondad. Ambos callaron.

»Fiamma, admirada, llevó la felicidad a su familia, y después, gracias a la generosidad de Carlos, se había casado con Bautista, su prometido, cuya fortuna había hecho y que era entonces uno de los hortelanos de Sorrento más diestros y trabajadores.

Lo mejor es callarme; combatir en silencio, si la tentación llega a asaltarme de veras; y tratar de abandonar cuanto antes este pueblo y de volverme con Vd. 19 de Mayo. Gracias a Dios y a Vd. por las nuevas cartas y nuevos consejos que me envía. Hoy los necesito más que nunca.