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Bajad; daros he el libro, y mirad que estos mozos de mulas son el mismo diablo, y hacen trampantojos un celemín de cebada con menos conciencia que si fuese de paja.

Ella sentada dentro del vagón, y él de pie en el estribo, Cristeta y don Juan estuvieron hablando un buen rato y sin testigos enojosos, porque doña Frasquita no permitió que su marido fuese a la estación para despedir a su sobrina. ¿Qué día vendrás? preguntó ella a su amante. Lo antes posible.

Sanchica mi hija nos llevará la comida al hato. Pero, ¡guarda!, que es de buen parecer, y hay pastores más maliciosos que simples, y no querría que fuese por lana y volviese trasquilada; y también suelen andar los amores y los no buenos deseos por los campos como por las ciudades, y por las pastorales chozas como por los reales palacios, y, quitada la causa se quita el pecado; y ojos que no veen, corazón que no quiebra; y más vale salto de mata que ruego de hombres buenos.

Así lo hubiera pensado yo también prosiguió doña Luz , si esa mujer hubiera sido siempre la misma; pero fueron varias. Todas se recataban de la gente; estaban allí con cierto misterio, y nunca el aya las vio. A misma cuando fui grandecita, cuando cumplí nueve años, jamás volvió mi padre a enseñarme a ninguna de dichas mujeres, que, por la impresión que me dejaron, se me figuraba que habían de ser señoras y no gente vulgar. Mi padre era un galán caballero y agradaba mucho a las damas. Entonces nada infería yo de esto; pero más tarde he inferido la inverosimilitud de que fuese yo en realidad hija de una Antonia Gutiérrez, costurera. ¿No podría mi padre haber procurado esta madre postiza para legitimarme, sin comprometer a alguna dama? Aun en vida de mi padre, a pesar de mi corta edad, pensé alguna vez en esto; pero jamás me atreví, ni indirectamente, a preguntar nada a mi padre sobre el particular.

Todavía dos palabras, y no te ofendan: Magdalena no es la única mujer buena, bonita, sensible y capaz de comprenderte y estimarte, que hay en el mundo. Imagina que otra mujer, pues, y no Magdalena, fuese la que amases exactamente lo mismo y de la cual dijeras: «Ella o ninguna.» ¿Niegas la posibilidad?

Esta hembra es de revólver.» Y pegó como si su enemigo fuese un hombre, sin vacilación, sin misericordia, concentrando en el puño toda su alma. El odio que sentía y el recuerdo de los medios agresivos de la alemana le hicieron iniciar un segundo golpe, temiendo un ataque de ella, queriendo repelerlo antes de que lo realizase... Pero quedó con el brazo en alto. ¡Ay!...

El Ventero respondió que fuese en buen hora; pero que esperasen que acabasen de comer unos estranjeros que estaban en eso, porque en la venta no había otra mesa más que la que ellos ocupaban. Don Cleofás dijo: Por no esperar, si estos señores nos dan licencia, podremos comer juntos, y ya que ellos van en la silla, nosotros iremos en las ancas.

¡Madre mía, madre mía! Encogiose Amparo de hombros y fuese a su Fábrica, que urgía el tiempo y era preciso ganar el pan, porque el entierro del viejo había consumido sus menguados ahorros.

Estaba reducida a usar tan sólo la tercera parte de los vocablos que emplear solía, y aún no se le quitaban los escrúpulos, sospechando que tuviese en algún eco infernal las voces más comunes. Lo que Fortunata le oyó claramente fue esto: «¡Ay, qué gusto salvarse!»... Pero al punto frunció Mauricia el ceño. Le había entrado la sospecha de que la palabra gusto fuese mala.

¡Salud, amigo Barbas! dijo el médico alegremente, deteniéndose ante él. ¿Qué hay compañero? Mucho y malo, don Luis. Y esa revolución ¿cuándo la hacemos?... El Barbas miró un instante á Aresti con ojos ceñudos, como si fuese á insultarle: después escupió la nicotina de sus labios con un gesto desdeñoso. Búrlese, don Luis.