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Y en otra nueva y más terrible reacción, se alzó, y desnudando violentamente su daga, exclamó: ¡Muerta por !... ¡y yo, miserable, vivo! Y volvió la punta de su daga al pecho. Pero en aquel momento, se sintió sujeto por detrás, asidos los brazos, retenidos por otros brazos que le apretaban con la fuerza de una cadena de hierro. ¡Oh! ¡no! ¡no! ¡mientras yo esté á vuestro lado! dijo una voz.

Alguna fuerza hicieron en el ánimo de don Juan estas razones, i por ellas mandó suspender la ejecucion del castigo de Fernan Martin, reduciéndolo nada mas que á la pérdida de una mano, cortada públicamente por la del verdugo.

¡Jinojo! que me ha dado usted un susto... gritó don Víctor, que descansaba allí dentro, sobre un banco rústico, mientras retorcía con fuerza el sombrero flexible que chorreaba una catarata de agua clara.

Stein se veía, pues, enteramente libre y árbitro de su suerte. Habíase dedicado a la educación de la niña enferma, que le debía la vida, y aunque cultivaba un suelo ingrato y estéril, había conseguido a fuerza de paciencia hacer germinar en él los rudimentos de la primera enseñanza.

Se figuran que no somos capaces sino de arañarles la cara. Es preciso que vean que también sabemos hablar. Es absolutamente inútil, puesto que la fuerza está de su parte. No tenemos más remedio que someternos. CLEOPATRA. ¡Detenedla! La fuerza, Verónica, no es el derecho, como dicen los jurisconsultos romanos.

Enrique se había alejado, y distraíase viendo jugar al billar; varios jóvenes llamaron al gentil ayudante de campo, y, de grado o por fuerza, no tuvo más remedio que acudir al llamamiento. Sentose lejos de Cecilia, y en las prendas que él sentenció evitaba toda ocasión de aproximarse a ella.

El viejo reumático parecía loco; en la desesperación que le causaban sus dolores, vociferaba, blasfemando, y Cesárea, de la inanición que la consumía, estaba como idiota, y no hacía más que dar azotes en las nalgas a un chico mocoso, lloricón, y que ponía los ojos en blanco de la fuerza de sus berridos y contorsiones.

Bien, pues, por lo pronto te mando que tomes las dos puntas de esta sábana y que tires hacia allá con fuerza... ¡No tanto, hombre, que me arrastras!... ¡Basta, basta!

Vió con estupefacción entre el público, repelido y mantenido á distancia por la fuerza armada, mujeres menos lujosas que la familia recién venida de la capital, pero igualmente con largas túnicas.... Y sin embargo parecían hombres á causa de sus barbas ó de sus rostros azulados por el rasuramiento.

Al oír aquella exclamación, la fuerza hizo alto para mirar lo que sucedía.