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Libre ya doña Inés de tanta extraordinaria faena, se consagró con mayor atención al estudio de la historia contemporánea, y al cabo, auxiliada por los datos que le suministraba Crispina, y valiéndose de su rara sagacidad, vino a comprender que no era a la madre, sino a la hija, a quien cortejaba don Paco.

Y celebremos además, prescindiendo de todo interés de partido, la enérgica y atinada actividad con que el general Azcárraga, ministro de la Guerra, ha logrado enviar á la grande Antilla, con extraordinaria rapidez, los hombres y los recursos que allí se requieren, para que la rebelión pueda ser sofocada.

El entusiasmo de la juventud, el ansia de vivir, manifestábanse en él con extraordinaria fuerza, como frutos tardíos del árbol de su vida, que había pasado invierno tras invierno sin conocer hasta ahora la primavera. Al reunir y ordenar sus recuerdos, no se daba cuenta de cómo había ocurrido su transformación. Sin duda, el amor era más fuerte que su característica timidez.

Hecho lo cual, se sentó en el rincón, y bajando el vidrio, respiró con ansia el vivificante fresco matinal. Lucía, secando sus ojos del segundo llanto vertido en el curso de tan pocas horas, sentía extraordinaria inquietud de una parte, de otra inexplicable contentamiento. La acción del viajero le causaba el gozo íntimo que suelen los rasgos generosos en las almas no gastadas aún. Moríase por darle las gracias, y no osaba hacerlo.

Desde el impulso dado á la crítica por Lessing, extendiendo sus horizontes y no contentándose ya con las reglas y los antiguos modelos, se había sentido en Alemania afición extraordinaria al estudio de las literaturas extranjeras, como lo prueban los muchos escritos de autores distinguidos de esta época, entre los cuales, por su relación especial con nuestra literatura, sobresale en primer término Augusto Guillermo Schlegel.

En una palabra, el viejo médico era un ejemplo de la extraordinaria facultad que tiene el hombre de transformarse en un demonio, si quiere por cierto tiempo desempeñar el oficio de éste.

Turbado por los celos, mi corazón, que hasta entonces había como florecido, despidiendo un sentimiento apacible y contemplativo cual el de la religión, ardía ahora con apasionado centelleo, y lo que había amado, por extraordinaria contradicción más digno de ser amado le parecía.

Era inofensivo lo que decía; pero, desde muchos días antes, era tan extraordinaria la irritabilidad de mis nervios que cualquier cosa me hería y me causaba inmotivado sufrimiento. Estaba sentado junto a Magdalena por razón de una costumbre adquirida sin que la voluntad de ninguno de los dos hubiese dado margen a ella por ningún concepto.

Cuando estéis casados, me presentaré en casa de la señorita Guichard según vuestro deseo, y haré cuanto sea posible para asegurar la concordia general. Gracias, querido padrino, en nombre de Herminia y en el mío. ¡Abrázame y que seáis dichosos! El padre y el hijo se estrecharon en un tierno abrazo con una efusión extraordinaria.

Así permanecí hasta la noche, preguntándome lo que experimentaba; y no sabiendo qué contestar, oyendo, viendo, sintiendo, ahogado por las pulsaciones de una vitalidad extraordinaria, más emocionante, más fuerte, más activa, más incomprensible que nunca. Deseaba que alguien estuviese allí; mas ¿por qué? No hubiera sabido explicarlo. Y ¿quién? Lo sabía menos aún.