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Por la boca de la princesa asomaba, y volvía á ocultarse para aparecer de nuevo, la cabeza de una horrible serpiente... ¿Sabes lo que era aquella inmunda bestia? Pues un pecado que la princesa había querido ocultar á su confesor y que tomaba la forma de un reptil para no abandonar su cuerpo. Y el Padre Paulí, con su voz trémula de predicador horrorizado, hacía estremecer á la joven.

Las miradas y la voz de la santa se le agarraban a su interior como sustancias perfectamente asimiladas. Y por la noche, cuando Maxi se durmió, y estaba ella dando vueltas en la cama sin poder coger el sueño, vínole a la imaginación una idea que la hizo estremecer.

Abominables tiempos, aún hay dentro de vosotros algo noble y sublime. Esto que en otras circunstancias hubiera sido ridículo, tratándose de D. Pedro, en aquellas me hacía estremecer. Bendito sea mil veces continuó doña María el único brazo que se ha alzado para vengar mi ultraje en esta generación corrompida, incapaz de un sentimiento elevado. Señora dijo D. Pedro adiós... voy a prepararme.

Las mejillas se le habían encendido, los ojos brillaban: la ira hacía estremecer sus labios. No las razones sutiles y el arte y el ingenio de Quino, no las bromitas saladas de Celso ni las súplicas ardientes del temerario Bartolo consiguieron aplacar la cólera del héroe de la Braña. Estaba resuelto á no tomar parte ahora ni nunca en las contiendas de los de abajo.

Con calma y despacio la examinó, le tomó el pulso, dió una mirada á sus ojos; mirada que le oprimió el corazón y la hizo estremecer, por serle tan familiar, y sin embargo tan extraña y fría, y finalmente, satisfecho de los resultados de su investigación, procedió á preparar otra poción.

Los rosales ateridos se me representaban cubiertos de rosas, y los naranjos de azahares y frutas que mil pájaros venían a picotear, participando del festín de la boda. Mis meditaciones y mis visiones no se interrumpieron sino cuando el profundo silencio que reinaba en la casa se interrumpió por el sonido de una fresca voz, que retumbó en mi alma, haciéndome estremecer.

Me hizo estremecer la súplica. Yo debía barruntar algo por el estilo en cuanto vi llegar al hombre a la tertulia tan cargado de joyas y de alientos; pero no lo barrunté. El asalto ocurrió junto a la chimenea del gabinete; es decir, a la vista de la mayor parte de los tertulianos, y frente a frente del sillón de mi madre.

De vuelta á su casa dormía, y durante el sueño continuaba resonando en su cerebro la misma voz que hacía estremecer miles de corazones; que llevaba el entusiasmo ó el espanto á ejércitos enteros de ciudadanos; y entonces se le figuraba que dentro de su ser había una misteriosa entidad sonora, un espíritu locuaz, que sostenía constantemente allá en su profundo núcleo la más brillante y enérgica peroración.

El señor de Couprat reía, pero Juno se envolvía en una imponente dignidad que no me infundía respeto. Llego un momento en que me hallé junto a él, mientras que mi prima caminaba delante de nosotros con aire distraído. Noté que él la miraba mucho, y le interrogué con la mayor inocencia de corazón: Es muy linda ¿verdad? ¡Linda, muy linda! respondiome con una voz tan apagada que me hizo estremecer.

Luego aquellos hombres de boina colorada y ojos insolentes, agresivos que tropezaban por las trochas de los castañares les infundían miedo. Luego, y esto era lo principal, temían por sus hijos. La idea de que al padre le acomodase enviarlos á la mina y quedasen sepultados ó quemados dentro, como se decía que pasaba en otras partes, las hacía estremecer.