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Vestía, dentro de su condición, con elegancia y primor. Por encima del traje traía un delantal color gris orlado de puntilla blanca. ¡Ya podías aguardarme, chiquilla! ¿Dónde estabas metida? dijo con tono de mal humor y distraído a la vez la señora. Estaba en la cocina.... Había ido a darle unas puntadas a la falda de Teresa, que se le ha roto en un clavo repuso con afectada humildad la doncella.

11 Y le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? 12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste, ella me dio del árbol, y comí. 13 Entonces el SE

Convencido estoy de que has querido darme una lección de moral, parecida en su traza a la que dio don Illán de Toledo, famoso mágico, a cierto ambicioso Deán de Santiago. , con todo, no has querido demostrar que yo soy ingrato. estabas seguro de mi gratitud.

Una vaga sonrisa se dibujó en sus delgados labios y con voz tranquila respondió: ¡Calla! Tragomer, ¿estabas ahí? ¿Por qué no has comido en la mesa grande con nosotros? Maugirón me guardaba un puesto en su mesa. Por cierto que he sabido una noticia importante para ti. Me han dicho que te casas. Un ligero estremecimiento agitó la boca de Sorege, que continuó sonriendo.

Pobres imbéciles condenadas a vender lo inapreciable. ¡Farsantas de la comedia del amor, incapaces de imitar la poesía de la realidad! ¡Ah, Cristeta! , amante toda verdad, sinceridad y entusiasmo, ¿dónde estabas? ¡, la única que en cada beso daba un poco del alma! ¡Sólo poner tu nombre junto con los de aquellas desgraciadas, era ofenderte!

Las pocas gotas de sangre que doña Carmen tenía ya en su arruinado cuerpo le subieron de golpe al rostro y lo tiñeron levemente de rojo. Me han dicho ... que estabas deseando mi muerte. A su vez la rica sangre de Clementina acudió atropelladamente a sus mejillas y las encendió con vivos colores. Ambas se miraron un instante confusas.

He tenido muchos amoríos y casi no me atrevo a decir que he tenido amor. Una vez sola en mi vida me parece que entreví, que columbré a lo lejos la celestial aparición del verdadero amor, que benigno me sonreía y que ansiaba penetrar en mi alma, llenarla de su divina beatitud y purificarla e iluminarla. Fue esto cuando tuve relaciones con Juan Maury. estabas en Río y debes acordarte de todo.

Mi sobrina y yo iremos a convencerte, y en tanto disponemos el viaje a Madrid, adonde nos acompañarás, porque tu presencia es indispensable a las diligencias de tu legitimación, saldré dijo Inés cuando acabó de leer la carta . Ya no quiero estar más aquí. ¿Pues qué, estabas decidida a profesar? , muy decidida. No tenía yo más consuelo que la idea de encerrarme aquí para siempre.

MARINO. Veo que esta noche estás expansivo. ¿Me permites que te haga vanas preguntas? PROCLO. Haz las que se te antojen. Si me es lícito, contestaré. MARINO. Pues con tu venia: ¿qué nos trae aquí desde el fondo del Asia, donde estabas estudiando los más oscuros ritos y misterios del Oriente, y desentrañando su oculto sentido? ¿Es capricho de tu alma o mandato de un numen?

Buenos y recordándote sin cesar... ¡No sabes cuánto llora la tía Felicia! ¡No será más que yo! exclamó sordamente la joven. Hubo algunos momentos de silencio. ¿Cuándo piensas marcharte? Mañana bien temprano. ¿Y te ibas sin darme aviso de que estabas aquí? Nolo vaciló y dijo sonriendo melancólicamente: Pensaba que no te importaría mucho el verme.