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Musa epigramática y cancionero festivo popular, en donde figuran los más célebres epigramas de autores antiguos y contemporáneos y los más intencionados y alegres cantares del pueblo, etc., etc., con un razonado e interesante prólogo de D. Eduardo Bustillo, 1882, 8.º; 2 pesetas en toda España.

Mientras unos se aprestaban valerosos en las casas, en los monasterios, en las cárceles, á dar la vida por su creencia, otros huían del estado cordobés, y entre ellos retiráronse muchos monges y eclesiásticos á varias ciudades del norte de España, donde se vivia con menor peligro, ó se refugiaron en los nacientes dominios de los reyes cristianos.

España es un país prodigiosamente rico por sus elementos; pero la riqueza indígena sin el cambio nada vale. Me es imposible describir á Jaen, porque apénas logramos allí veinte minutos de descanso. El viajero que quiere detenerse en un punto intermedio, se expone á no seguir su viaje en muchos dias, porque los asientos de las diligencias son tomados en las ciudades que sirven de puntos de partida.

Cerca de diez meses estuvieron por Valencia, al cabo de los cuales regresaron a La Habana, continuando don Mariano en el desempeño de su antiguo destino. Los padres, pues, de Martí, españoles, lo educaban en el amor a España y en la sumisión más absoluta a su Gobierno.

Aunque de España alejado, nunca de la patria lejos, mirando en ti sus reflejos quedó mi afán consolado. ¡Sea loado Dios, que consiguió juntar, pedazos tan divididos, que siempre han de estar unidos aunque los separe el mar. ¡Allá la remota ola besa los lindes de España! ¡Aquí la mar besa y baña tierra también española!

No lo ocultamos, porque somos liberales sinceros: la entraña de un país no puede renovarse de un día para otro con un simple real decreto. En 1823 existían en España 16.310 religiosos. ¿Qué se había hecho de la enorme copia de ellos que existía en el siglo XVIII? ¿Es que habían desaparecido por los naturales progresos del país?

Patente se ve la inmensa popularidad de La Celestina en España, durante el siglo XVI, así, porque de dicha obra se hicieron en aquel siglo cerca de setenta ediciones, como por los raros que son los ejemplares de todas ellas, demostrando que se leyeron mucho, a no ser que se presuma que en tiempos de mayor recato, hipocresía o pureza de costumbres hubieron de destruirse muchos ejemplares de un libro cuyo licencioso desenfado no puede negarse.

De todos los puntos de España afluyen los extranjeros, los meros paseantes y los especuladores ó tratantes, á divertirse, curiosear ó negociar en la gran ciudad andaluza.

No todos los suscriptores de El Mensajero son como , piadosos y espirituales: en sus listas, numerosísimas hasta un punto increíble para lo que suelen ser estas cosas en España, figuran al lado de místicas abadesas, señoras muy del mundo, y junto a congregantes de San Luis, hombres despreocupados y hasta jóvenes alegres.

¿Y vos, no sois casado, amigo Manolillo? dijo el padre Aliaga. No, señor; la mujer con quien pude casarme no tenía alma, y yo quiero las cosas completas. Por eso no me gusta la corona de España. ¡Oh! ¡oh! dijo el rey. , por cierto, porque la corona de España no tiene cabeza. Parece que os ha escuchado la conversación, padre dijo el rey.