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¿Cómo que no? interrumpióme Neluco . ¿La conoce usted a fondo por si acaso? No, señor le respondí. ¿Y le parece a usted añadió poco entretenimiento el de estudiarla de ese modo, no sólo para conocerla, sino para mejorarla? Porque a usted le hemos de exigir también prosiguió el mediquito bromeándose , que la mejore, y la mejorará seguramente.

Paco le había saludado de lejos, deprisa y mal, porque en aquel momento huía con la petaca de Quintanar a esconderla en la huerta, seguido de Edelmira, su más rolliza y vivaracha y colorada prima. Es loco ese chico, cuando se pone a enredar dijo Bermúdez disculpando a su pariente, y como recibiendo en calidad de deudo de los marqueses al señor Magistral.

Y en el centro de ese interesante anfiteatro de ondas azules, rocas, colinas, palacios y pequeños pinales, se destacaban las chimeneas y los mástiles de multitud de grandes y pequeños vapores, gigantescos navíos, bergantines y barcas, y se cruzaban caracoleando, impulsadas por el remo, centenares de lanchas ó faluchos pintados de colores, como mariposas volando sobre la tersa superficie de un lago.

¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita, incorporándose estremecida . Parece que clavan un ataúd. Parece que cavan una fosa. Pero eran unas almadreñas, en la calle. Felicita se tendió nuevamente en el sofá. ¿Qué ruido es ése? murmuró Felicita poniéndose en pie, transida de terror . Parece que moscardonea un enjambre de espíritus. Parece que se oyen voces del otro mundo.

Sin ese airecito reservado y dulce que ha inaugurado, sin duda en obsequio del señor Baltet, se hubiera ganado algunas observaciones de la abuela o de la de Ribert; pero nadie ha dicho nada, en consideración a un esfuerzo tan meritorio. El mismo señor Baltet escuchaba con gusto lo que decía Francisca.

¿Qué decís de esto, eh, Dowlas? dijo el tabernero, volviéndose hacia el herrador que ardía de impaciencia por tomar la palabra . Ahí tenéis un buen problema para vos. El señor Dowlas era el espíritu escéptico de la reunión, y estaba orgulloso de ese título. ¿Lo que digo?

Ese pañolito de crespón rojo junto á ese cuello tan blanco.... ¡Dale! Ese pelo, tan negro como los ojos.... ¡Otra! Y luego, una cinturita como la de usted, entre los pliegues de una falda tan graciosa. ¡Vaya una indiana bonita! ¡Jesús!

Yo no niego las leyes: lo que digo es que éstas no resuelven las dificultades dentro de las cuales estamos condenados a movernos; las agitan y nada más. Y aunque hubiera estado legalmente unida a ese hombre... ¿Usted habría tenido el derecho de seducirla, de quitársela? ¿Podía ella haber faltado a su palabra? No se puede jurar un amor eterno... ¿Y usted se lo juraba a ella?

Xuantipa se perdió por una puerta de la trastienda. Quedaron a solas el caballerete y Belarmino. Dijo el caballerete, apuntando desdeñosamente con el bastón a un par de botas que yacía sobre el mostrador: Belarmino, te devuelvo ese par de botas; no me sirven. haces el calzado sedicioso, republicano.... Usted dispense, don Manolito. En mi profesión soy analfabético.

¡Duerme! duerme Santos Vega, Que mientras en el desierto Se oiga ese vago concierto, Tu nombre será inmortal; Y lo ha de escuchar el gaucho Tendido en su duro lecho, Mientras en pajizo techo Cante el gallo matinal.