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Jugaba al escondite con los niños, les fabricaba pajaritas de papel, jugaba al dominó con la abuela, servía a la madre de devanadera, oía con paciencia y fingida atención las lucubraciones socialistas y humanitarias del padre, encantaba a todos; llegaba a ser el tertulio necesario, el paño de lágrimas, el consejero, el mejor ornamento de la casa; la llenaba con su hermosa presencia; era dulce, cariñoso, tenía blanduras de padrazo; cuidaba de los intereses domésticos como si fueran propios, hasta ponía paz entre los criados y los amos.

Busca en seguida al amante, sacándolo de su escondite; pero la sorpresa de Laura es extraordinaria, al encontrarse con Lisardo, porque Don Félix, con ayuda de una criada, ha podido huir por una puerta trasera, y Lisardo, que estaba de visita en casa de Clara, se ha refugiado en la de Don Iñigo, huyendo de la primera por la vuelta repentina de Don Antonio, y ocultándose en el mismo lugar, en que estuvo antes Don Félix.

Es verdad replicaba el abuelo : atestáis de juguetes su escondite y de vestidos su ropero, como se echan mendrugos a los perros en su garita, para que no molesten con sus ladridos ni estorben con su presencia, y acaso, acaso, porque los vean gordos y lozanos los vecinos.

Una noche, como de costumbre, Lucía le mandó que se fuese al escondite para arreglar con Carmen las cuentas del día. Le parecía esto un excelente medio para disimular y evitar sospechas. Tiró en seguida de la campanilla, y habiendo acudido al instante Carmen, se puso con todo sosiego a tomarle la cuenta.

Ahora venga usted. Hay que cerrarle los ojos respondió Gerardo, que estaba a mi lado y cumplió ese piadoso deber. Elena se levantó sin resistencia y me siguió. En el campo se oía reír a los niños pequeños, que estaban jugando al escondite, mientras el mayor se pegaba con otro chico de su edad. ¡Vámonos pronto! exclamó Luciana estremeciéndose. ¡Es horrible la muerte!... Elena me miraba indecisa.

Morsamor y los suyos vieron con sorpresa que sus contrarios, en confuso desorden, huían a la desbandada, tiraban las armas para correr con mayor ligereza y buscaban refugio y escondite en lo más intrincado del bosque, ya que no en las entrañas de la tierra. ¿Qué poder misterioso acudía en auxilio de Morsamor? No tardaron en aparecer los imprevistos auxiliares. Venían en ligeros caballos.

Buscaba la paz y el silencio, y le rodeaba en pequeñas proporciones el mismo ambiente de proselitismo y ciegos entusiasmos que en su época de martirio. Deseaba anularse y desaparecer al penetrar en la catedral, y la suerte se burlaba, resucitando al agitador en pleno escondite, para turbar la paz de aquella ruina.

Hecho esto, emprendimos de nuevo la marcha, gozando en la alegría que los pequeños pastores habían de experimentar, cuando después de haber pasado nosotros salieran de su escondite recelosos e ignorantes de lo ocurrido, y se encontraran con la sorpresa que les habíamos preparado.

Vi un fogonazo y la explosión de un disparo me detuvo. Un cazador salió de su escondite, bajó hacia la marisma y el chapotear de sus pies en el agua; otro le habló. En aquel cambio de palabras breves y pronunciadas en voz baja, pero que la noche hacía muy claras, distinguí un timbre de voz que me impresionó. ¡Andrés! grité. Hubo un momento de silencio. ¡Andrés! grité de nuevo.

No bien quedó Inesita en la soledad, sacó del escondite la carta y leyó lo siguiente: «Mi apreciable señorita y querida amiga: A pesar del respeto con que siempre he tratado a usted, no dejará usted de haber notado el cariño más que fraternal que desde que era usted niña le profeso.