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Ya lo decía su abuelo, que era persona de mucho saber: ¿Para quién se han hecho las cadenas? Para los hombres. ¿Pagas? Eres buena persona. ¿No pagas? Eres un pillo.» Y después de este curso breve de filosofía rústica, apelaba al segundo argumento, que era sacar de su faja una tagarnina de tabaco negro, con una navaja enorme, y comenzaba á picarla para liar un cigarrillo.

Yo bien sabía que quien lo tiene es quien ha de darlo, ¡caray! y no otro alguno, , señor... te empeñabas en que no había nada dentro de ti; yo en que lo había... como está la chispa en la piedra... justamente, eso es, como la chispa en la piedra: lo que faltaba era el eslabón de acero, el eslabón, ¡caray! que diera el golpe... Pues ya pareció el eslabón... se dio el golpe... , señor, sobre la piedra... eso es... y saltó la chispa... Porque la había, ¡caray! porque la piedra era de darlas... y yo me salí con mi empeño... La vida que aquí traías, no era mala verdaderamente, porque eres bueno por naturaleza; pero tampoco era envidiable, eso es, ni la más al caso para que un mozo de tus prendas las hiciera fructificar en lo que valen... Vinieron esos señores... nos honraron con su trato... eran, por suerte, el eslabón... la piedra chocó con él... y saltó la chispa, Leto... la que tenías allá... eso es.

Ya velan por todo eso mis secretarios. ¡Tus secretarios! ¡, es verdad! velan por los españoles, y cuentan sus cabezas como el ganadero cuenta sus reses para llevarlas al mercado. Eres injusta, yo no escucho ninguna queja. Las quejas no llegan á ti. Se pierden en el camino.

« das la vida y la fuerza. Los otros dioses anhelan que los bendigas. La inmortalidad y la muerte son tu sombra. ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». «Las montañas cubiertas de nieve y las agitadas olas del mar anuncian tu poderío. Tus brazos abarcan la extensión de los cielos. ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». « iluminas el éter.

No conoce á nadie: está solo en el mundo; los otros oficiales viven en su patria, tienen familia... Antes podía ir en busca de Clorinda; ahora «la Generala» se ha marchado, y sólo le quedo yo, ¡la única!... ¿Y quieres que lo olvide? no le conoces bien: eres su enemigo. Yo recuerdo con delicia su época de inocencia.

En fin, nada le falta. ¿Cómo me compondré para que ella no me falte a ? PROCLO. Lo discurriremos. Para mayor ilustración del asunto, infórmame de quién es esa dama que tan caro te cuesta. CREMATURGO. Es Asclepigenia, la hija del filósofo Plutarco. PROCLO. ¡Profundos cielos! ¿Quién lo hubiera podido imaginar en la vida? eres mi rival. CREMATURGO. ¿Tu rival?

MANRIQUE. ; yo no debía engañarte por más tiempo... Vete, vete; soy un hombre despreciable. LEONOR. Nunca para . MANRIQUE. Eres noble, y yo, ¿quién soy? Ya lo sabes. Vete a encerrar con tu orgullo bajo el techo de tus padres. LEONOR. ¡Con mi orgullo! te gozas, cruel, en atormentarme. Ten piedad... MANRIQUE. Pero soy libre y fuerte para vengarme... Y me vengaré... ¿Lo dudas?

22 ¿Hay por ventura entre las vanidades de los gentiles quien haga llover? ¿Y los cielos por ventura darán lluvias? ¿No eres , SE

Contemplando á Perla, dejaba con frecuencia Ester caer la costura en el regazo, y rompía á llorar con una aflicción que hubiera deseado ocultar, y que se manifestaba con sollozos y palabras entrecortadas exclamando: "¡Oh Padre que estás en los cielos! si es que eres aun mi Padre, ¿qué criatura es esta que he traído al mundo?"

Mis amigas me dicen con razón: « no eres una mujer, Carolina, eres un trapo.» ¿Y qué le vamos a hacer? Cada cual es como Dios le crió.