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Más de un enemigo, en el campo de batalla, perdió la vida al filo de su acero; y ciertamente que muchos y muchos quedaron allí tendidos, como en el prado la hierba segada por la guadaña, á impulsos de aquellas cargas á que su espíritu comunicó su triunfante energía.

D.ª Teodora, al verse objeto de la curiosidad pública, se desmayó. D. Juan y la doncella la sostuvieron. D. Peregrín siguió increpando a su enemigo ausente. La muchedumbre rió, gritó, se agitó tumultuosamente. Al fin todo quedó en paz, y la pudibunda jamona tornó a su domicilio, donde la dejaremos esparciendo un torrente de lágrimas.

Esta noche se muestre el ardimiento Del Numantino acelerado pecho, Y pongase por obra nuestro intento: El enemigo muro sea deshecho, Salgamos á morir á la campaña, Y no como cobardes en estrecho. Bien que solo sirve esta hazaña De que á nuestro morir se mude el modo, Que con ella la muerte se acompaña.

Hombre de espada y católico, creyó que su deber era combatir al turco; y recomendado por sus protectores austriacos, pasó á la corte de Petersburgo. El general Saldaña fué simple comandante de escuadrón en el ejército ruso. Los oficiales hablaban con él en francés. Sus jinetes harto le entendían cuando se colocaba ante el escuadrón y, desenvainando el sable, galopaba el primero contra el enemigo.

Partieron de Ania, y atravesaron la Provincia de Caria, y todo aquel inmenso espacio de Provincias que están entre la Armenia y el mar Egeo, sin que hubiese enemigo que se les opusiese.

Valiéndose de las buenas intenciones de muchos para actualizar, modernizar, y simplificar la Biblia en español, en cada revisión el enemigo logró sembrar su cizaña, ocultando parcialmente la luz y la verdad de la palabra de Dios, y poco a poco quitando el filo de la espada del Cristiano.

No parecía sufrir. Y es que, comparada con el tormento de los dos días anteriores, cuando la imagen de su esposa en camisa, acurrucada en un rincón, no se apartaba un instante de sus ojos, la emoción de ir a verse frente a su enemigo, era una felicidad relativa.

Si puede calificarse de mal la facultad cruel de presenciar la propia existencia como si ella constituyera un espectáculo parecido por otro, aquel mal estaba hecho y entré en la vida sin odiarla, aunque mucho me ha hecho padecer, con un enemigo inseparable, muy íntimo y positivamente mortal, que era yo mismo. Todo un año transcurrió de aquella manera.

Esta, habituada al impune apaleo de la muchedumbre sin armas, permanecía indecisa, titubeando con cierta inquietud ante un enemigo resuelto, que, no contento con atacar, avanzaba audazmente. Sonó algo semejante a un chasquido de tralla. El capitán acababa de hacer fuego con su revólver. ¡Fuego, me caso con la hostia! ¡Fuego!

Juan Claudio se había aproximado. Al cabo de algunos segundos, la anciana, levantando la cabeza, comenzó a decir, mientras le miraba: ¡Qué! Estamos bloqueados; el enemigo quiere rendirnos por hambre. Es verdad, Catalina contestó Juan Claudio . Yo no esperaba esto; contaba con un ataque a viva fuerza; pero los kaiserlicks no saben lo que puede suceder.