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La grande distancia del Brasil, y lo trabajoso del camino hacen que los caballos y mulas en Cuyabá se vendan á precio muy subido: pues se vende un caballo ordinario en cien pesos, y una mula en docientos. Por el occidente, desde Cuyabá á Mattogroso, se estienden algunas montañas, que son ramos de la gran cordillera ó serranía de que hablamos antes.

El marqués comprendió instantáneamente cómo ella se daba cuenta de todo... todo lo sabía, y ese mirar desesperado, ardiente, suplicante, imperativo, lo conjuraba, lo exhortaba y le mandaba vivir y conservarse para ella. En momento alguno su sombría beldad tuvo poderes tales de fascinación. ¡Pedro se puso en el terreno, apuntó e hizo fuego!

El caido se levanta luego, gana una victoria en los campos de Italia, suena el cañon que anuncia el triunfo de Solferino, y el francés que hace poco vendió á la Francia por tres ochavos, se vuelve ahora y la ofrece un talego lleno de oro. No se lo da á la Francia, sino á su juego, á su albur, á su egoismo.

Dicho y hecho. Me quedé en Zenda y desde el andén vi a la señora de Maubán, que evidentemente iba sin detenerse hasta Estrelsau, donde por lo visto contaba o esperaba conseguir el alojamiento que yo no había tenido la previsión de procurarme de antemano. Me sonreí al pensar en la sorpresa de Jorge Federly si hubiera llegado a saber que ella y yo habíamos viajado tanto tiempo en buena compañía.

Con excepcion del Teatro real ó de la ópera, que es espléndido, suntuoso, muy vasto, bello como monumento y uno de los mas grandiosos de Europa, en su género, los demas, aunque bonitos en su interior, carecen de positivo mérito en sus formas. Mas adelante hablaré de la situacion del arte dramático en Madrid, como un elemento de la vida social.

Su vestido característico era una blusa de seda azul oscuro, y para la calle, en días fríos, una corta chaqueta de piel de Astrakán.

Maltrana repelió tales elogios. Se iría cuanto antes: no deseaba más favores. ¡Ojalá pudiese en el mismo día abandonar aquella guarida de buhos!... Y volvió la espalda al señor Vicente con despectiva arrogancia, afirmando que aceptaba como un gran bien el perder de vista al beato y sus amigos. Pero al verse en la calle, toda su altivez se derrumbó de golpe.

En el umbral pudo exclamar al cabo: ¡Si levantase la cabeza tal día como hoy tu madre que en gloria esté!

Así pudo Calderón entregarse tranquilo á la composición de sus obras poéticas. Por espacio de treinta y siete años escribió los autos sacramentales para la festividad del Corpus en Madrid, y largo tiempo también los autos para Toledo, Sevilla y Granada, hasta que, como Vera Tassis dice, cesaron esas solemnidades en las ciudades mencionadas.

No se atrevían á dirigirse mutuas preguntas y se espiaban, temiendo sorprender en sus fisonomías la huella de una inquietud, la prueba de una pena. Hubieran querido convencerse de que habían renunciado, Roussel á sus prevenciones y Mauricio á su amor.... Pero sabían que esto era imposible y ambos sufrían.