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¡Cómo se conoce, ¿eh? que somos hijos del país!... insistió Melchor socarronamente. ¿Por qué? preguntaron Lorenzo y Ricardo. ¿Por qué? ¡Pues por el afán de quejarnos... «sin motivo»! Eso se explica y constituye una fuerza social, porque revela el deseo de alcanzar un mayor grado de progreso.

¿A no te habrán dolido nunca las muelas, eh, Manín? preguntó el maestrante, que no podía estar un cuarto de hora sin comunicarse con su mayordomo. ¡Quiá! exclamó el gañán sin abrir los ojos siquiera. ¡Es una roca! manifestó el caballero con verdadero entusiasmo.

Doña Rebeca, furibunda, le puso los puños junto a la cara, gritándole: eres la santa..., ¿eh?...; la santa, ¿y me insultas llamándome loca? La infeliz, rompiendo a llorar, gimió: ¿Yo?... , , la santita, el agua mansa, que parece que nunca has roto un plato.... Y se dió a hacer gestos por la casa adelante, con las manos en la cabeza y la voz retumbante rodando por los pasillos.

Si yo fuera de la Inclusa o no tuviese cariño a la camisa que traigo puesta, no necesitaba decirme nada. Toda la vida me tendría usted como un perro dándole a la rueda... Pero los sentimientos ahogan al hombre... El hombre vive, el hombre trabaja, el hombre tiene algunas veces un rato de expansión... Y porque beba un vaso, o dos... ¡o tres! ¿ha de olvidar la patria?.... ¿Eh? ¿Qué hay de eso?

Caparrosa, el cadete de Bringas, un galleguito ladino y vivaracho, había conseguido treparse en una reja, y enfilando casi por una tangente al joven que vendía los boletines en la entrada, le gritaba: A , don Jacinto, a ; me manda don Narciso. ¡Eh, don Jacinto, eh! don Jacinto, don Jacinto, soy el cadete de lo de Bringas.

Tendréis en vuestra casa. Puede ser. Pues vamos. Montiño se dirigió á la portería del señor Machuca y encontró en ella al soldado á quien había mandado guardar el cofre consabido, durmiendo y con la cabeza sobre el cofre. ¡Eh! ¡holgazán! ¡despierta! dijo el cocinero mayor dándole con el pie ; señor Machuca, hacedme la merced de llamar dos mozos y que lleven eso á mi aposento.

Vous n'en restez pas moins une femelle encore, Pour qui toujours l'idée es la grande adversaire! Serre-moi sur ton coeur, et tais-toi! Ja te serre, Ouì, sus mon coeur de Coq! Mais c'eût été meilleur De te serrer contre mon âme d'éveilleur! Me tromper pour l'Aurore! Eh bien, quoi qu'il t'en coûte, Trompe-l

Iba viviendo gracias a sus corretajes en el mercado de la plaza de la Cebada: viviendo nada más. Gallardo miró compasivamente su triste pelaje de pobre endomingado. Usté querrá ver la corría, ¿eh, compare?... Suba a mi cuarto y que le Garabato una entrada... ¡Adiós, güen mozo!... Pa que os compréis una cosilla.

Qué cosas dices murmuré confundida. De tu alma hermana... ¿eh?... Si tu abuela te hubiera dejado leer la mitad solamente de los librotes que yo he leído, razonarías como yo, mi pobre Magdalena. Y sería una lástima respondió la de Ribert, muy descontenta esta vez. Usted, Francisca, tiene un modo de ser poco tranquilizador... No comprendo...

Me han hecho los estantes nuevos, y hay que trasladar los libros de sitio. Un chico juicioso, ¿eh? ¿Oye Vd. esto? preguntó el jefe a Pepe, y dirigiéndose al caballero, añadió. Nadie más a propósito: su formalidad y su ilustración le servirán a Vd. mucho. Casi es abogado... El que hizo la petición miró a Pepe, y con la autoridad que le daban sus años, le habló así: Vamos a ver, joven.