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»Mas, como pocas veces, o nunca, viene el bien puro y sencillo, sin ser acompañado o seguido de algún mal que le turbe o sobresalte, quiso nuestra ventura, o quizá las maldiciones que el moro a su hija había echado, que siempre se han de temer de cualquier padre que sean; quiso, digo, que estando ya engolfados y siendo ya casi pasadas tres horas de la noche, yendo con la vela tendida de alto baja, frenillados los remos, porque el próspero viento nos quitaba del trabajo de haberlos menester, con la luz de la luna, que claramente resplandecía, vimos cerca de nosotros un bajel redondo, que, con todas las velas tendidas, llevando un poco a orza el timón, delante de nosotros atravesaba; y esto tan cerca, que nos fue forzoso amainar por no embestirle, y ellos, asimesmo, hicieron fuerza de timón para darnos lugar que pasásemos.

Calzaba medias azules y zapatillas de «cintos» negros y tenía echado sobre los hombros un gabanote obscuro, forrado de tartán de muchos colores. Nada de corbatín ni siquiera de cuello alto ni planchado.

El viejo doméstico estaba desencajado. Parecía que le habían echado en pocos días diez años encima. Así que vio al sacerdote le cogió, con sus manos trémulas, por las muñecas y exclamó con voz alterada: ¡Se muere, D. Gil! ¡Se muere! Y un raudal de lágrimas corrió por sus mejillas surcadas de arrugas. ¿Está tan grave?

«Pero, Nina de mi alma, ¿has pensado bien en la carga que nos hemos echado encima?... que no puedes, llévame a cuestas, como dijo el otro. ¿Te parece que estamos nosotras para meternos a protectoras de nadie?... Pero acaba de contarme: ¿fue D. Romualdo bendito quien...? , señora, Rumaldo... respondió la anciana, que en su aturdimiento no se había preparado para el embuste.

Se hubiera echado a los pies de doña María, pero, en el mismo momento, la joven le tendió sus brazos, estrechó por un momento contra su puro pecho a la pecadora mujer, y después empujó y cerró la puerta con llave.

Corrales les dijo que no era posible porque él había tenido cuenta del agua que se había echado en la cisterna y con los días que se bebía della; que había agua para más de quince días.

En el ceño que contraía su frente, en la preocupación que se observaba en sus ojos, comprendíase que ya sabía a qué venía llamado. Clementina se había sentado en el confidente. Estefanía se había retirado a un rincón y puso los ojos en el suelo al entrar el jefe. Vamos a ver, Cayetano; acabo de saber que después de tratar con muy poca consideración a esta chica, la ha echado usted de la cocina.

Estoy avanzando en Rusia, en Servia y en Rumania debió de decirle a su director . He echado de todas partes al crítico de la Corres, y creo que esto bien vale los doscientos duros...

En el lugar de Ripamilán vio a don Víctor de Quintanar, y en el de la Regenta a Ripamilán; , los vio perfectamente. ¡No venía la Regenta en el coche abierto! ¡Venía con los otros! ¡Y al marido le habían echado a la carretela con el canónigo, la Marquesa y doña Petronila!... Luego don Álvaro y ella venían juntos... ¡y acaso venían todos borrachos, por lo menos alegres!

Prendidos con alfileres, y no tan buenos; luego aquí han mejorado y echado raíces.