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El corazón le decía, como él dice las cosas, a la calladita, que Fortunata le había de querer de firme; y esperaba con paciencia el cumplimiento de esta dulce profecía.

Hay en tu fisonomía una dulce gravedad que me recuerda siempre la expresión de la Diana cazadora del Louvre. ¡Ya salió la mitología!

Adivinaba inmediatamente la causa de su enfurruñamiento, de la flojera con que respondía á sus caricias, del fuego sombrío que pasaba por sus ojos... La danza exótica le hacía recordar el pasado de ella. Y para dominarle de nuevo, sometiéndolo á una dulce pasividad, saltaba del diván, corriendo por la habitación.

Más de la mitad de aquel montón de árgoma se ha quemado ya en la hoguera: Celso ha disparado una nube de cohetes y los bailarines andan cerca de rendirse. Su voz era dulce, pastosa: su modo de hablar grave y sosegado, trasmitiendo á los demás la calma que reinaba en su espíritu. Desde la Braña hasta aquí hay algunos pasos respondió Nolo con parecido sosiego.

»Te Musarun Chorus adoret, Apollo illis praesidere te annuat, et in magno deorum Concilio aurea sede juxta se Jupiter assidere jubeat inter duas perpetuas comites, Minerva et Venerem, Gratiis, Musis deabus acclamantibus. ¡Dicite, Io Paean! »Fácil y dulce es Ovidio haciendo versos, y ningún otro se encontrará entre los latinos más suave y más hábil para la poética.

Don Fermín le dijo, cerca ya del Espolón, con voz humilde, con el respeto dulce y sosegado con que le hablaba siempre . Don Fermín ¿por qué no viene usted con nosotros? Poco más de una hora... creo que volveremos hoy más pronto... ¡venga usted... venga usted!

Si buena vida os quité, buena sepultura os ... ¡Dulce, encantadora edad de la infancia, en que lo feo es bonito, toda ambicion posible, y hasta los remordimientos se presentan con forma cómica!

Uno sólo se ganó desde luego su confianza; uno sólo le pareció elegante, distinguido, noble por completo, discretísimo, ilustre, ameno, dulce y leal: el Conde de Alhedín.

Tenían sus auroras nuevas un pálido rosicler de esperanza; gentileaban las margaritas en las praderas, blanqueándolas con remedos de nieve; habían nacido muchas mariposas, y en los nidos recientes las hembras padecían la fiebre dulce y santa de la procreación....

Sonreía Cervantes oyendo a Margarita, como quien sonríe cuando escucha las raras quimeras de un sueño que se relatan, y asiéndola dulcemente una mano y mirándola amoroso, la dijo: Aunque yo no tuviera más valor que el que el encanto de vuestra hermosura y el amor que me mostráis me infunden, dígoos que no ya ese capitán, que de tal modo os espanta, sino el mismísimo Orlando con toda una cohorte de encantadores y vestiglos, no bastaría para contrarestar el poder de mi brazo, que vengada ha de haceros, mal que le pese al brío y a la fama de vuestro enemigo; y tened más confianza en el aliento de quien bien os ama, y no tembléis ni empalidezcáis, mi dulce señora, que en verdad os digo que para vos y para han empezado ya días más bonancibles de amor, de ventura y de esperanza.