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Su caridad, porque había comprendido que Dorotea le amaba, á pesar del poco tiempo que había pasado desde su conocimiento, de una manera que no podía explicarse sino por otro hecho también excepcional: por el amor violento que el joven había concebido por doña Clara.

Pero ella le ama, y bien; yo he hecho cuanto he podido por emponzoñar los amores de doña Clara con él; ¿sabrá doña Clara que ese don Juan ha ido casa de Dorotea, ó indican un peligro mayor las preguntas de doña Clara acerca de ella? Las cartas de la reina.. ¡oh, oh! pues que se anden despacio, porque yo no tengo más amor ni más vida que Dorotea.

Esas chicas acabarán por arañarse. No, porque la Dorotea es magnánima; ¡como siempre vence! Dejémonos de mujeres, señores, y vamos á lo que importa dijo el alférez, que reventaba por soltar sus noticias. , ; seguid. Decíamos que las tales estocadas habían venido de lo alto, según todos los indicios. Pues bien, hay más. Ha entrado el rasero, señores. ¡El rasero!...

, añadió el bufón ; el diablo acudió en mi socorro; al pasar por delante de una tienda cerrada... en Santa Cruz... sentí contar dinero... mucho dinero... ¡Ah! exclamó Dorotea, que empezó á adivinar la horrible verdad. Escucha, escucha prosiguió el bufón ; no es eso sólo... no es solamente lo que has sospechado... es más horrible... y todo por ti... por ti...

No tenía en Madrid casa propia, aunque había tomado posesión de dos: de la de Dorotea primero; después y de una manera más completa, de la de su mujer. Don Juan había salido para procurarse un traje conveniente. ¿Pero dónde buscar aquel traje? Y luego, ¿con qué dinero? No tenía en el bolsillo más que algunos de los doblones que le había dado su supuesto tío.

¿No me habéis dicho que debo ocultar el estado de mi alma para vengarme mejor? dijo la Dorotea ; yo he creído bueno vuestro consejo y empiezo á representar mi papel; estoy tranquila, ya lo veis, y estoy tranquila porque estoy resuelta. Ya lo que puedo esperar, y para representar mi papel es necesario que continúe en mi vida de costumbre.

Pero después de haber asegurado su amor, de haber saciado su sed delante del sol de su felicidad, de aquella felicidad suprema, que el día anterior no se había atrevido á soñar, cruzaba una nubecilla negra. Aquella nube era Dorotea. Don Juan no la podía apartar de su memoria. Sentía hacia ella ó creía sentir un impulso de ardiente caridad.

Don Quijote, que tales blasfemias oyó decir contra su señora Dulcinea, no lo pudo sufrir, y, alzando el lanzón, sin hablalle palabra a Sancho y sin decirle esta boca es mía, le dio tales dos palos que dio con él en tierra; y si no fuera porque Dorotea le dio voces que no le diera más, sin duda le quitara allí la vida.

por cierto; en el momento en que vos estuvísteis encerrado con Dorotea, el tío Manolillo fué al alcázar, dijo á doña Clara que vos os olvidábais de ella con otra, y doña Clara le siguió loca de celos, porque los celos y la prudencia nunca van juntos.

En abril de este año, en la calle de Francos, probablemente en casa del poeta, falleció doña Marta de Nevares. Lope la lloró en la ya citada égloga Amarilis, que vió la luz al año siguiente. Antes de ello, en 1632, publicó La Dorotea, "acción en prosa" dividida en cinco actos, en que Lope, como hemos dicho, conmemora muchos recuerdos de sus relaciones con Elena Osorio.