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Entonces comenzó entre la espiritual Ofelia y la Diana cazadora una contienda digna de tener a Pedro López por cronista.

Como mirara a las dos jóvenes, no pudo contenerse de decir, dirigiéndose a su novia: ¿No encuentra usted que su prima está interesantísima esta noche? Diana estaba, en efecto, muy elegante con un traje blanco, discretamente escotado. Al oír estas palabras de alabanza, no pudo disimular una sonrisa de triunfo.

Violencia tenía que hacerse Sol para no palmotear en el carruaje. Muy feamente arrugó el ceño Lucía una vez que se acercó Juan a la portezuela del lado de Ana, y habló con ella, haciéndola reír, unos minutos: y en cuanto oyó reír a Sol, dejó Lucía su asiento, y se fue ella también a la portezuela. ¡Ea! ¡Ea! ya tocan diana, que es el toque de bienvenida y adiós, los indios habilidosos.

De esta manera, no hay miedo de equivocarse, ni sobre el carácter, ni sobre la salud, ni sobre la fortuna. El mundo contempla el suceso con enternecimiento. Me parece que oigo los cuchicheos: «¿Saben ustedes la nueva? ¡Diana Gardanne se casa con su primo! ¡Oh! ¡querida mía, esto es delicioso! ¡Un casamiento por amor!

Diana oculta á su amante en un nicho inmediato á su aposento, en donde permanece muchos días, hasta que huye viéndose en peligro de ser descubierto. Los amantes acuerdan entonces usar de una nueva astucia, que promete ser el remate y corona de todas. Diana sale de su casa disfrazada y con velo, sin ser vista de su hermano, mientras la espera Lisardo.

María Teresa disimuló la satisfacción de vanidad que le procuraba aquel pequeño triunfo, y como el joven se acercase a ella, le dijo simplemente, tendiéndole la mano: ¡Qué feliz idea de venir a vernos! Mi madre tendrá un gran placer... Diana, por el contrario, exclamó aturdidamente: ¡Y bien! ¿y la bicicleta?

Nos contentábamos con dar grandes paseos a pie, y admirar las puestas de sol; eran magníficas, ¿no es verdad, Diana? Confieso que no tengo el alma tan poética como , querida mía, y que soy menos sensible a las bellezas de la Naturaleza. Yo hubiese dado de muy buena gana toda aquella belleza por una sola de nuestras buenas reuniones del Casino. Un movimiento se produjo en el salón.

Al mismo tiempo lanzaba miradas despreciativas y provocadoras a Maurescamp, que se hallaba frente a ella en la mesa, y que estaba visiblemente contrariado. Las mujeres de la especie de Diana Grey, toman represalias salvajes de los hombres que las compran. El almuerzo fue un poco frío. La dueña de casa parecía la única que se divertía francamente.

De suerte que cuando el labrador le volvió a preguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mismas palabras y razones que el cautivo abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mesmo modo que él había leído la historia en la Diana de Jorge de Montemayor, donde se escribe." Quijote, 1.ª, V.

En la lámina están unas niñas griegas, poniendo sus muñecas delante de la estatua de Diana, que era como una santa de entonces; porque los griegos creían también que en cielo había santos, y a esta Diana le rezaban las niñas, para que las dejase vivir y las tuviese siempre lindas.