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También en el acto tercero los celos de la princesa d'Elide de la dama, á quien el Príncipe finge querer, comparados con los de la Diana del español, semejan una débil luz al lado de un fuego abrasador

"Caballero, mira que el prisionero que en la prisión pierde el ánimo, aventura el derecho de la libertad..." Diana, pág. 307 b. Sobrentendido 'juro', como en la nota 16. Este verso no consta. 'de Lora'. Parte XIII. A diferencia.

Dice así: «La imitación de Molière de la obra maestra de Moreto, cuando se compara con el original, nos parece soberanamente fría. ¡Qué animación en Moreto! ¡Qué tierno contraste entre el orgullo, que desde la niñez reina en el corazón de Diana, y su amor incipiente! ¡Qué interés, siempre más vivo, en todo el argumento de su obra! Nada de esto se nota en la de Molière.

Mientras la joven se alejaba, Diana interrogó coquetamente a Huberto. Supongo que el sentimiento de indiferencia de que usted hablaba hace un momento, no se extiende a todas las jóvenes que ha conocido en esta estación y si así fuera, tanto mejor para usted; no llevará ningún pesar en su equipaje. Quiero creer, señorita, que su deseo de conocer mis sentimientos, es una prueba de simpatía.

Para desvanecer la animosidad que sentía nacer entre las dos jóvenes, Martholl, con habilidad, se dirigió a María Teresa. No lamente lo que acaba de decir la señorita Diana, pues me ha hecho muy feliz. ¿Feliz? , señorita; porque, sin ella, quizá no habría conocido la confianza justificada que usted tiene en . He creído que este miércoles no llegaría nunca.

El grupo encantador que ustedes formaban no estaba completo explicó Huberto. Yo esperaba a la señorita de Chanzelles para traerla con ustedes. Por su buena intención, yo lo perdono dijo Diana pegando ligeramente con el abanico en el hombro del joven. ¡Pero cuidado con hacerlo otra vez!

No habrás dejado de reparar que la querida Diana, siente por la clásica simpatía de las personas que se han criado juntas, cuando, por milagro, no se detestan. Pues, en estos casos, sucede una u otra cosa. Hacia los veinte años, por poco que escaseen los pretendientes, la prima descubre de pronto que el primo es lo que le conviene.

Trató, sin empeño alguno, únicamente por la forma, de hacer oír algunas palabras conciliadoras; pero había sido de los que asistieron al almuerzo de Diana Grey, y acabó por declarar, que puesto que le tomaban su parecer, su opinión era que en aquella ocasión habían pasado al señor de Maurescamp cosas muy difíciles de tragar, y por consiguiente, estaba a las órdenes del señor de Maurescamp.

-Verdad dice esta doncella -dijo el cura-, y será bien quitarle a nuestro amigo este tropiezo y ocasión delante. Y, pues comenzamos por La Diana de Montemayor, soy de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la agua encantada, y casi todos los versos mayores, y quédesele en hora buena la prosa, y la honra de ser primero en semejantes libros.

Al decir esto, señalaba con los ojos los grupos dispersos de los jóvenes que marchaban delante de ellos: Platel y Mabel d'Ornay, Diana y James Milk, las de Blandieres con Martholl y Bertrán, y otras parejas más, todos alegres de sentir la influencia de los fluidos de atracción. Juan, repuso muy excitado: Explíqueme usted de una vez lo que es en su justo límite, ese odioso flirt... ¿El flirt?