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El remordimiento que la infidelidad a Jesús despertaba en ella, era de terror, de tristeza profunda, pero se envolvía en una vaguedad ideal que lo atenuaba; el remordimiento de su infidelidad al amigo del alma, al hermano mayor, a don Fermín era punzante, era el que traía aquel asco de misma, el tormento incomparable de tener que despreciarse.

En el primer momento, doña Cristina experimentó una sensación desconocida; un deseo de protestar, como si fuese objeto de un robo. Sintió por Sánchez Morueta un interés más grande que en los primeros tiempos de su matrimonio. La mujer despertaba en ella irritada por la infidelidad. Tal vez iba á conocer el amor á impulsos de la cólera.

-Bien podrá ser eso -dijo la doncella-; que a me ha acontecido muchas veces soñar que caía de una torre abajo y que nunca acababa de llegar al suelo, y, cuando despertaba del sueño, hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caído.

Pero si no comprendía las palabras incoherentes que la preocupación arrancaba á su tía, veía, sin embargo, que eran de violencia y de odio. ¡Odio, rencor! ¡Cómo su bienhechora, que era para ella el ideal de la generosidad y de la bondad, podía abrigar semejantes sentimientos! ¿Y por qué prodigio aquel joven desconocido los despertaba en su corazón?

Pepa, ¿en qué estás pensando? ¡Echa aceite á ese velónAl revivir de pronto la luz todo el mundo respiraba con fuerza, y alguna mujer que dormía despertaba lanzando un suspiro. Al llegar cierta hora, infaliblemente, subía D. Álvaro de la cocina, donde se había quedado charlando con los criados, también sobre la cosecha.

Poseía una gracia ingénita que no siempre acompaña á la belleza perfecta: su traje, á pesar de su sencillez, despertaba en el que la veía la idea de que era precisamente el que más le convenía. Pero la tierna Perlita no estaba vestida con silvestres hierbas.

Siempre fue Benina algo supersticiosa, y solía dar crédito a cuantas historias sobrenaturales oía contar; además, la miseria despertaba en ella el respeto de las cosas inverosímiles y maravillosas, y aunque no había visto ningún milagro, esperaba verlo el mejor día.

Yo te juro que no despertaba en ni el amor más insignificante, ni tan siquiera un capricho de momento. No hay ejemplo de una frialdad como la que yo sentía ante ella. Bien me lo puedes creer. No sólo no me inspiraba pasión, sino que hasta me repugnaba. Eso dijo la esposa , que te lo crea otro, que lo que es yo... ¡Qué tonta eres!

Allá en Andalucía era Gallardo el héroe, producto espontáneo de un país de ganaderías. Aquí le parecía un cómico, con su cara afeitada y sus ademanes de cabotin acostumbrado al homenaje público: un cómico que en vez de dialogar con sus iguales despertaba el escalofrío trágico luchando con fieras.

Yo no duermo nada, y sin embargo... Pero es preciso vigilar más todavía y no perder de vista ni un momento a mi mujer, a mi tía, a Papitos... Esta condenada Papitos es la que abre la puerta, y yo la voy a reventar». Fortunata creyó al fin que convenía hacer que despertaba.