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Cada cual refiere las cosas á su modo, segun sus noticias, intereses ó deseos; y los mismos que saben la verdad son quizas los primeros en oscurecerla haciendo circular las mas insignes falsedades.

¿Qué esperabas, pues, de tus orgullosas tentativas, innovador sedicioso? ¿Anonadamiento o perfección? El primero de esos deseos es quizás un crimen; el segundo es seguramente el más vano y el más peligroso de los errores.

Sigue el diario con una extensa reseña de París, sus museos y edificios más notables, expresando deseos de presenciar alguna diversión pública, de lo que se abstiene por escrúpulos de conciencia.

Vueltos de espaldas a la luz, Mina y Fernando se sumían en la contemplación de la noche, sin que sus miradas se buscasen, satisfechos del contacto de sus hombros, que parecían unificar en una sola vibración sus pensamientos y deseos.

Esta mañana, almorzando, la abuela me hizo observar que estaba quedando mal con la de Ribert y que no debía abandonarla así, después de haberla molestado tanto con mis deseos de estudio.

15 a hacer juicio sobre todos, y a convencer a todos los impíos de entre ellos de todas sus malas obras que han hecho infielmente, y de todas las palabras duras que los pecadores infieles han hablado contra él. 16 Estos son murmuradores, querellosos, andando según sus deseos; y su boca habla cosas soberbias, teniendo en admiración las personas por causa del provecho.

Y aun cuando este ardid infame tuviera éxito, aun cuando tuviese la debilidad, que ciertamente no tendré, de entregarle mi persona, y lo que le importa más, mi fortuna, en cambio de ese bello rasgo de astucia, ¿qué especie de hombre es usted? Dígame, ¿de qué fango ha salido, para querer una fortuna y una mujer adquiridos á ese precio? ¡Ah! hasta gracias debe darme de que no acceda á sus deseos.

La cofradía de las Negaciones duró hasta el siglo XVIII, y Matute consigna en sus Anales esta noticia en el año 1720 y que creo complementa el presente apunte: «El cabildo eclesiástico extendió sus deseos á la reforma de algunos abusos en las procesiones de penitencia que hacían estación en la Semana Santa y negó licencia para que saliese á la hermandad y cofradía de los estudiantes bajo la advocación de las Negaciones y Lágrimas de San Pedro.

Agradábanle, por tanto, más que ningunas otras, las comedias que se prestaban á hacer alarde de notable aparato escénico, y no faltaron poetas, que las compusiesen acomodadas á su objeto. Accediendo á los deseos del rey, escribió también Lope algunas de esta especie, como La selva sin amor, El vellocino de oro, Adonis y Venus y El laberinto de Creta.

Lo pasado nos entristece con el recuerdo del bien perdido; en lo presente no encontramos la dicha; lo porvenir nos llena de espanto...» «¿Será cierto que el dolor es el triste patrimonio de la mísera humanidad? ¿Será cierto que no es posible la realización de nuestros más nobles deseos?