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Más de veinte veces se arrancó hacia la calle de Mediodía Grande, procurando ver al Sr. de Almudena, decidido a entregarle su tarjeta; pero el africano escurría el bulto y no se dejaba ver por ninguna parte.

Perla, cuando contempló esta especie de casa maravillosa, comenzó á palmotear y á bailar, y pidió con acento decidido que arrancaran todo aquel frente radiante del edificio, y se lo dieran para jugar con él. No, mi querida Perlita, le dijo su madre. misma tienes que procurarte tus rayos de sol; yo no tengo nada que darte.

No vuelvo de mi sorpresa. ¿En qué estriban la esperanza y la alegría? ¿A qué desesperarse, cuando se resuelven tan bien las cosas, sin que uno tenga arte ni parte en el arreglo? Pero ¿por qué estoy tan alegre cuando mi porvenir no está decidido todavía, y cuando creo que es imposible amar dos veces? ¡Qué caos, mi cura! En este mundo todo es misterio, y el alma un abismo insondable.

Y él estaba decidido á usar de ese permiso, porque apenas las últimas palabras de la tía de Herminia se habían confundido con el hueco rumor de las disertaciones de Truchelet, cuando entró un criado, se aproximó á la dueña de la casa, é inclinándose respetuosamente, murmuró esta frase: El señor Fortunato Roussel pregunta si la señorita tendrá á bien recibirle.

En aquel mismo instante apareció Simón en la plazuela caminando con paso firme y decidido, grave el continente, amable el rostro y brillante la mirada. Los grupos se estrecharon en torno de él y todas las manos se tendieron afectuosamente hacia la suya.

Seguid vuestro camino, Catalina; tengo que ir hasta la aldea, pero no camino tan ligero como vos. Entristecida por el fracaso aparente de su tentativa, Catalina le dijo con voz suplicante: Puedo preguntaros, señor intendente, ¿qué es lo que habéis decidido respecto de mi amiga? ¡Ah, tenedle compasión!

Este probo, inteligente, noble, infatigable y decidido patriota, tuvo la desgracia de perder sus padres en la mas tierna edad. Estos fueron Juan Vicente y Maria de la Concepcion Palacios.

; mataría y moriría después; estaba decidido. Y miró al balcón, procurando dar a sus ojos la más insolente expresión de reto; pero se fijó con insistencia en el teniente. Tenía buenas espaldas, su cabeza morena no era de víctima, le colgaba del talle un espadín y además, según informes de Andresito, tenía entre sus amigotes fama de bruto.

Sentían gran satisfacción y hasta orgullo ingiriendo en sus ocultos amores el recuerdo del famoso hidalgo. Ojeda, que era poeta, había decidido tomar aquella casa, para sus encuentros amorosos, sólo por la vecindad del convento.

Recalde era un déspota: decidido, audaz, acostumbrado a mandar como se manda en un barco, no podía soportar que nadie le contrariase. Se casó, pasó la luna de miel; la Cashilda tuvo un niño, el antropólogo; Recalde estuvo luego navegando tres años, y volvió a su hogar a pasar una temporada. El primer día, al volver a su casa, quiso ser fino: ¿Qué hay? ¿Ha pasado algo? le preguntó a su mujer.