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CLEOPATRA. Hemos decidido aprovechar vuestra amable proposición, y nos vamos inmediatamente. ¿No estáis incomodados? ESCIPIÓN. No. CLEOPATRA. Pero antes de partir quisiéramos descansar un poco. Espero que nos permitiréis permanecer aquí uno o dos días. Esto, además, nos gusta mucho.

Pero a estos sentimientos se sobrepuso la curiosidad que sentía por conocer de visu la tertulia de la señora. Así es que, después de cenar, me pegué a los faldones de mi padre, decidido a colarme en el salón, detrás de él. Estaba mi padre tan embebecido y agitado que no se fijó en que yo le seguía.

Resentida profundamente Currita por lo que ella creyera desaire de la abdicación, había decidido al punto pasarse con armas y bagajes al enemigo, satisfaciendo de este modo sus femeniles deseos de venganza y realizando al mismo tiempo su continuo anhelo de dar que hablar a todo el mundo y ser siempre la primera de la primera línea.

Cuanto más le miro, más asco me da: la mugre le brota encima, como el verdín en las casas viejas... me parece imposible que pueda vivirse de esta manera, y tan contento; ¡ah! pero él está contento, porque es honrado, porque, en medio del vicio, ha sabido mantener limpia la conciencia... ¡qué bueno debe ser mirar para adentro y no ver ninguna mancha! ¡qué bien se debe dormir, aun envuelto en el poncho de Agapo, dentro del caño! pero, con esta comezón del remordimiento, no es posible conciliar el sueño... Cada vez estoy más decidido a matarme: me estoy mirando en el espejo de Agapo, y me horrorizo, de verme con su chambergo roñoso, sus guiñapos prestados, y la cara abotargada por las malas noches... En él es el vino; en sería el juego... y todavía, él sale ganando en la comparación, pues si ha tenido que ver con las comisarías, no ha estado nunca en la cárcel: Agapo es honrado y yo un falsificador... ahí viene el tren, ¿me echaré en los rieles? ¡sería horrible! mejor es el revólver, que el tren y que el río...

Dicho esto, muy avergonzada, pero muy satisfecha, Lucía subió á brincos la escalera, y dejó al Comendador no menos contento que ella iba. Cuando supo Clara que Lucía y el Comendador habían decidido casarse, se alegró en extremo.

Decidido á franquear los Pirineos por recurso único de salvación, despachó á su amigo Gil de Mesa con carta fechada á 18 de noviembre de 1591, en que pedía asilo y protección á Catalina de Borbón, hermana de Enrique IV, en términos discretamente dirigidos á mover juntamente la piedad y el interés de la Princesa de Bearn , y á medida de los deseos y las necesidades del momento, respondió la política tanto como la compasión á la demanda , brindándole acogida en Pau.

Luego, las gentes de la dehesa le traían escamado, pues al hacer carbón, seguramente robaban al señorito... En fin, que en Matanzuela no se paraba un momento, y sólo después de media noche, cuando en la gañanía habían apagado la luz los que allí quedaban, se había decidido a emprender el galope.

Por grande que fuera la angustia de su alma, por más, que ella hubiera decidido quitarse la vida y lo hubiera anunciado, la cristiana tenía que detenerse en el último instante. Pero como tampoco podía ya vivir, dados los celos furiosos de aquel desgraciado, provocó a este mismo para que la libertara.

¿Y de don Rodrigo Calderón?... Lo fué; ahora creo que lo sea de otro. ¿Y quién es esa mujer? Una huérfana. Esa mujer se ha atrevido á sospechar de su majestad. Ha tenido celos, como vos podéis tenerlos. Resulta, pues dijo doña Clara terriblemente contrariada , que os he llamado en balde. Creo que no. Os veo tan decidido por esa mujer... Yo os veo más por un hombre.

Las representaciones escénicas habían tenido que luchar hasta entonces, por diversos motivos, con la oposición del Gobierno, no encontrando más apoyo que la afición del público, y desde este momento se puso al frente del Estado un Monarca apasionado del arte dramático, y protector decidido de estos espectáculos . Indudablemente Felipe IV ocupa un lugar distinguido entre los príncipes que se han honrado favoreciendo á los artistas y poetas, y nadie podrá negarle esta gloria, sean cuales fueren las censuras diversas que merezcan sus actos como soberano, y la influencia que por sus faltas haya podido tener en la pérdida más y más sensible de la grandeza política de España.