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De todo eso tiene la culpa interpuso Juana esa perra doña Inés; esa degollante, que no pagaría sino quemada viva o frita en aceite. Te aseguro, mamá, que no cómo la aguanto aún; pero si esto no para en bien y ocurre algún estropicio, quien la va a quemar y a freír soy yo con estas manos. No; no soy manca todavía. La desollaré, la mataré, la descuartizaré. No creas que va a quedarse riendo.

Desde la venida de Amadeo I tenían las cigarreras de Marineda a quien echar la culpa de todos los males que afligían a la Fábrica.

Si no os doy La joya, don Juan, no crea Vuestro pecho liberal Obligarme con dinero; Que, pues de vos no lo quiero, 2325 Bien creeréis que me está mal. ¡Oh, qué habréis imaginado De cosas, después que visteis La joya! Aunque no tuvisteis Culpa de haberlas pensado, 2330 Pues yo os he dado ocasión.

Ese ahorcado se reía de la gente, dixo Martin, y esas sombras sen manchas horrorosas, Los hombres son los que echan esas manchas, dixo Candido, y no pueden hacer ménos. ¿Con que no es culpa de ellos? replicó Martin.

Cada cual recordó allá en sus adentros alguna de las varias sentencias vulgares que sostienen como verdad la transmisión de la culpa por medio de la sangre: de tal palo, tal astilla; la cabra tira al monte; quien lo hereda, no lo hurta; de casta le viene al galgo el ser rabilargo, y así la madre, así la hija y así la manta que las cobija.

Te vi cruzar por el pasillo con una cara tan extraña, que no pude menos de seguirte... No lo que dice ese periódico que has dado a Ventura, pero debe ser algo muy feo y repugnante... ¡La injuria mayor que se puede hacer a un hombre! profirió Gonzalo con la garganta apretada. ¡Qué infames! ¡Insultarte a ti que jamás les has hecho daño alguno! Tienes razón, la culpa es de Ventura.

El capitalismo: el maldito capitalismo tiene la culpa. El suboficial era socialista. No ocultaba su participación en actos del partido que le habían originado persecuciones y retrasos en su carrera. Pero la Social-Democracia se veía ahora aceptada por el emperador y halagada por los junkers más reaccionarios. Todos eran unos.

Y no queriendo que el hechizo y el deleite de tales relaciones consistan en que se presten a la murmuración, han resuelto, para evitarla, casarse a escape. Vea usted por dónde, echándome mamá parte de la culpa, ha decidido darme padrastro y tirano, que, sin duda, vendrá a instalarse, dentro de poco, en esta casa... ¡Jesús, María y José! ¿Qué lío es este?

Gemía con honda angustia, y el enfermo creyó oír las mismas expresiones de remordimiento que otras veces había adivinado en su mirada. «¡Por mi culpa!... ¡Ha sido por mi culpaJaime experimentó una sensación de alegría ante estas lágrimas. ¡Oh dulce «Flor de almendro»!...

Baste decirle que mi padre, en cuanto se ponía un poco agitado, respiraba en verso. Esta peculiaridad, o si usted quiere manía, acaso haya sido causa de sus infortunios, pero ciertamente merced a ella los ha sobrellevado con pasmosa resignación e indiferencia. A mi padre le cae una teja en el cogote, por ejemplo. De este accidente no tiene la culpa la poesía, naturalmente.