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103 Allí quedó de mojón y en su caballo salté; de la indiada disparé, pues si me alcanza me mata, y al fin me les escapé, con el hilo de una pata. IV El pulpero. A buena cuenta. 104 seguiré esta relación, aunque pa chorizo es largo: el que pueda hágase cargo cómo andaría de matrero, después de salvar el cuero de aquel trance tan amargo.

Estando en esto, avisó Catana que estaba servida la sopa. Pues mientras ustedes comen dijo don Claudio levantándose , les daré cuenta minuciosa de todo lo ocurrido; porque ese solo fin es el que me ha traído aquí a estas horas. Lo mejor será contestó don Alejandro, apoyado enseguida por Nieves , que coma usted con nosotros.

¡Es cierto! dijo Arturo con lágrimas en los ojos: me amaba con todo su corazón y yo no me di cuenta de ello, no pensé en corresponderle... ¡Y tenía diez y seis años! ¡Y era encantadora!... No puede usted imaginarse qué linda es... Es la mujer más bella de París. No lo dudo, señor Conde... pero si quiere usted que acabemos el inventario... Como usted guste...

La ciudad, situada sobre la márgen izquierda del Rin y enclavada en el territorio del canton de Turgovia, pertenece al gran-ducado de Báden, y aunque comienza á renacer de su profunda decadencia, tiene muy poco movimiento industrial y apénas cuenta unos 5,700 habitantes.

Que no se te conozca, Bernardino se decía, es preciso mostrar cara alegre, disimular, enseñar los dientes al público imbécil, que te mira curioso, para burlarse de tu desgracia, si descubre su huella en el semblante; haz cuenta que estás en las tablas de un teatro, y que todos te observan y siguen los movimientos: aplomo y serenidad.

Anduve una diez leguas más allá de Rennes sin llegar á darme cuenta de la reputación pintoresca de que goza en el mundo, la vieja Armórica. Un país llano, verde y monótono.

Don Fadrique, según la general tradición, era un hombre de este género: un hombre jocoso de puro serio. Claro está que hay dos clases de hombres jocosos de puro serios. Á una clase, que es muy numerosa, pertenecen los que andan siempre tan serios, que hacen reir á los demás, y sin quererlo son jocosos. Á otra clase, que siempre cuenta pocos individuos, es á la que pertenecía D. Fadrique.

Si los sevillanos eran en lo antiguo dados al baño, no lo eran menos al hielo, del cual se hacía un extraordinario consumo en la ciudad, que poseía en Constantina gran número de pozos de nieve, suficientes para atender al consumo público, y á más de esto no faltaban asentistas que por su cuenta traían el hielo de otros puntos y que realizaban, por lo general, un buen negocio, como se desprende de las noticias que he recogido respecto á un tal Esteban Monparler, una Teresa Vilches y un Francisco Candor, que surtieron á Sevilla por largos años del siglo XVII y XVIII de hielo en las estaciones veraniegas.

Mira que con el Padre Paulí no valen engaños: que hasta llega un pajarito que me cuenta todo lo que hacen las niñas embusteras, y que yo cuándo me dicen la verdad y cuándo me mienten. Pepita comenzaba á sentirse intranquila ante la sonrisa interrogante y maliciosa del confesor. Aquel hombre lo adivinaba todo, según afirmaba su madre. Con él de nada servían los tapujos.

Si se tienen en cuenta la mediana capacidad militar del General Castaños, vencedor allí, la mala calidad de sus tropas, la enorme superioridad de las francesas, por su número, calidad y posicion en el campo de batalla, y las aptitudes del mariscal Dupont, que las mandaba, se hallará que acaso no ha carecido de fundamento la opinion de que la pérdida completa del ejército frances se debió á la traicion.