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Lo lógico, para él, es que se vean media hora, tres cuartos de hora o una hora después. Pero fíjese usted bien le digo . Una cita es una cosa que tiene que estar tan limitada en el tiempo como en el espacio. ¿Qué diría usted si habiéndose citado conmigo en Puerta del Sol, se enterase de que yo había acudido a la cita en los Cuatro Caminos?

Había perdido la costumbre de trasnochar, y como no quería volver a su casa, buscaba los cuartos sin luz, dormitando en un diván. Si llegaba una visita y había que encender luz, Maltrana era despertado como un perro, y sacudiendo las aletas del abrigo pasaba a otro cuarto o se iba a la calle, procurando terminar el sueño en la casa de algún amigo. Apenas comía.

Está muy mala; tiene los ojos desencajados; su frente arde; creo que se muere; tendré que ir á llamar á un médico ... ¡Qué médico ni qué ocho cuartos! Ustedes lo arreglan siempre todo con los médicos. El médico no puede volverla su amante; no puede volverla su honra; no puede volverla su familia.

Habló después de las primas de la calle de Fuencarral; una era muy bonita, la otra graciosa solamente: las dos tenían novio, pero no valían cuatro cuartos: chiquillos que todavía estudiaban en el Instituto. Tenían, además, un hermano, que era el primo que había sido su novio; éste ya era bachiller y se estaba preparando para entrar en el colegio de Artillería.

Tardó en contestarme; noté eso, que tardaba en hablar. En fin, encogiendo los hombros, me dijo: «, efectivamente, para gastos preliminares, de preparación... pero tengo orden, ahora que me acuerdo, de pagar a usted inmediatamente ese dinero». Yo, la verdad, extrañaba que haciendo tan pocas horas que usted había recogido los cuartos... pero a , ¿quién me metía en averiguaciones?, ¿no es eso?

En el fondo tres aposentos separados por sendos tableros pintados de amarillo que no llegaban al suelo. Había gente bulliciosa en estos cuartos: escuchábase rumor de plática alegre y chasquido de vasos. La tienda estaba sola, débilmente esclarecida por una lámpara de petróleo colgada sobre el mostrador.

Charlaron otro día de la casa, que era preciosa, con vistas muy buenas. Como que del balcón del gabinete se alcanzaba a ver un poquito del Depósito de aguas; papeles nuevos, alcoba estucada, calle tranquila, poca vecindad, dos cuartos en cada piso, y sólo había principal y segundo.

Tengo, tengo ... dos y dos son cuatro..., cuatro ... cuatro de á decinueve, primeramente. Bueno: pon una peseta con ellos. Ya está. Pus tendrás ahora cuatro duros. Cabales.... Ahora hay, por otro lao, dos pesetas en cuartos y dos tarines. Que son diez riales; y ochenta que tenías antes, noventa. Noventa.

Pepe no pudo sufrir aquel lenguaje, enteramente nuevo en labios de su hermana. Pero, ¿eres quien habla así? ¿Se te ha podrido el corazón? Vaya, vaya; menos sensiblería, y trae cuartos a casa, que eso es lo que hace falta.

No tuve más remedio que decir: «Al enemigo que huye, puente de plata»; y con tal de verles marchar, no me importaba el sablazo que me dieron. Aflojé los cuartos a condición de que se habían de ir inmediatamente. Y aquí paz y después gloria. Y se acabó mi cuento, niña de mi vida, porque no he vuelto a saber una palabra de aquel respetable tronco, lo que me llena de contento.