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El maestro carpintero, que había embaulado un río de manzanilla, con la expansión que el vino comunica, le estaba haciendo una porción de confidencias gravísimas. Decíale con lengua estropajosa que no era tan rico como se decía, que si es verdad que en algunas obras había ganado algunos cuartos, en otras salió con las manos en la cabeza.

Una rueda de niñas gritaba al lado mismo de Velarde, cantando acompasadamente: Luna, lunera, Cascabelera, Dame dos cuartos Para pajuela...

En cambio acostumbraba a propinarse cuantos remedios absurdos le aconsejaban las muchas mujerucas que acudían diariamente a su casa para sacarle los cuartos con viles e hiperbólicas adulaciones. Así, que no cesaron las fricciones de sebo de carnero, las tazas de hortelana, la enjundia de gallina, etc., etc.

Sin episodio ni incidente alguno notable entré en Burdeos. Esta populosa ciudad, una de las primeras de Francia, anuncia ántes de entrar en su recinto lo importante de su significacion política y comercial. El viajero que llega á Burdeos procedente de Bayona, atraviesa una larga calle de tres cuartos de legua, cerrada con imponentes y majestuosos lienzos, que desemboca en una gran plaza.

Los trenes andarán. Un kilo de pan llegará a pesar lo menos tres cuartos de kilo. Hasta es posible que haya casas para las familias que deseen alquilarlas... Tengamos fe en los hombres que han deshecho la valla de la calle de Cedaceros. Cada tres o cuatro siglos vienen unos hombres; se ponen a barrer, a fregar, a empapelar y a repintar el mundo. ¿Lo dejan mejor?

Y las comadres de la huerta, sin perjuicio de olvidarse alguno que otro sábado de los dos cuartos de la escuela, respetaban como un ser superior á don Joaquín, reservándose un poco de burla para la casaquilla verde con faldones cuadrados que se endosaba los días de fiesta, cuando cantaba en el coro de la iglesia de Alboraya durante la misa mayor.

Aquellos anaqueles vacíos representaban a su modo el estómago de don Santos. Las últimas existencias, que había tenido allí años y años cubiertas de polvo, las había vendido por cuatro cuartos a un comerciante de aldea; con el producto de aquella liquidación miserable había vivido y se había emborrachado en la última parte de su vida el pobre Barinaga.

Yo me acuerdo de los tiempos de la Reina, de aquellos tiempos, hija, en que el pan estaba a doce cuartos las dos libras y en que había más religión, más aquel, más principios, en que los grandes eran grandes y los chicos chicos, y había más respeto a todo. Yo me acuerdo de aquel tiempo y me dan ganas de llorar. Aquello era ser Majestad, aquello era señoría y grandeza.

Después de vacilar mucho, ardiendo en deseos de oírnos pregonados por las calles, nos decidimos a darlo de balde, «aunque sólo por una vezlos chicos, tomando los puñados de ejemplares que yo les repartía embargado de emoción, se echaron a correr gritando: «El primer número de La Abeja, periódico científico y literario, a dos cuartos».

«Pues ; desde este suceso, la pobrecita, con los pocos cuartos que pudo salvar y la escasa ropa..., en fin, tomó un cuarto en la calle de Pelayo, número 93, piso cuarto, puerta número 6, y allí ha estado un mes retirada del mundo sin tratarse con nadie más que conmigo..., pero honradamente, Sr. D. Augusto, honradamente. Yo le juro a usted por lo más sagrado...».