United States or Botswana ? Vote for the TOP Country of the Week !


662 Lo cruza éste de un lazazo lo abomba aquél de un moquete, otro le busca el cachete, y, entre tanto soportar, suele a veces no encontrar ni quien le arroje un zoquete. 663 Si lo recogen, lo tratan con la mayor rigidez; piensan que es mucho tal vez, cuando ya muestra el pellejo, si le dan un trapo viejo pa cubrir su desnudez.

Treinta años ha que viene: todas las tardes juega su partida de ajedrez: todas las tardes se la ven jugar aquellos cuatro originales que tiene en derredor: ni él hace más en la vida, ni ellos ven otra cosa. Eso es lo que se llama aislarse en medio del mundo. ¿Quién es aquél que cruza por aquella esquina? ¡Bello muchacho!

Cruza la plazuela de la Catedral, atraviesa la Rúa, llega al caserón. El escudero le espera a la puerta. Uno y otro desaparecen por el postigo. Habiendo despedido a su paje con algunos doblones y convenido con Medrano el día en que habían de encontrarse en el pueblecillo de Cebreros, Ramiro abandonó la ciudad, al día siguiente, a la hora del alba. Escogió para salir la puerta de Antonio Vela.

Rota la adarga, sobre el rojo polvo tendida la riquísima cimera, la corona de golpes destrozada, desgarrada la toca al aire suelta, de polvo y sangre y de sudor bañado, le faltan, no el valor, sino las fuerzas, y por sus fieros ojos centellantes cruza horrible y fatal nube siniestra.

Aquí nadie sabe escribir; nadie escribe: todo eso es porquería. Como si de coro supiera cuantos libros buenos corren impresos. Por allá cruza un periodista... Llámale, grítale: ¡Don Fulano! ¡Ese periódico, hombre, mire usted que todos hablan de él de una manera!...

Se cruza por medio de él, y conducido por el vapor, el conjunto de lagunas que cercan la ciudad por el lado de Padua: como el puente no tiene mas anchura que la necesaria, y desde los vagones no se ve, el viajero se figura atravesar el mar con un ferrocarril que resbala por su superficie.

Los gallos cantan a lo lejos; una cinta de sol fulgente cruza el blanco mármol y marca sobre el piso un vivo cuadro. Los minutos transcurren lentos, interminables. Suena a lo lejos una tos seca y persistente; se oye el chisporroteo de un hornillo. ¿No viene nadie? pregunto al mozo. Le diré a usted me contesta ; es que anoche hubo en el pueblo baile de máscaras... Quedo profundamente convencido.

En esas noches serenas De Diciembre delicioso, Cuando entregada al reposo La tierra parece estar, Y cuando la blanca luna Cruza el ancho firmamento, Absorto en mi pensamiento Yo me complazco en vagar. Miro brillar en el cielo Las estrellas encendidas, Letras de luz esparcidas Por la mano del Creador, Que en inefables palabras Revelan nuestro destino, Y señalan el camino Del audaz navegador.

Encerrada en su alcoba o en su tocador, que ya tenía algo de oratorio, sin necesidad de estímulos exteriores, perdida en las soledades del alma, de rodillas o sentada al pie de su lecho, sobre la piel de tigre, con los ojos casi siempre cerrados, gozaba la voluptuosidad dúctil de imaginar el mundo anegado en la esencia divina, hecho polvo ante ella. Veía a Dios con evidencia tal, que a veces sentía deseos vehementes de levantarse, correr a los balcones y predicar al mundo, mostrándole la verdad que ella palpaba; y entonces le costaba trabajo reconocer la realidad de las criaturas. «¡Qué pequeñas eran! ¡qué frágiles! ¡cuánto más tenían de apariencia que de nada! Lo único que en ellas valía no era de ellas, era de Dios, era cosa prestada. ¡Dichas! ¡dolores! palabras nada más; ¿cómo apreciarlos y distinguirlos si lo poco, lo nada que duraban no daba tiempo a ello?». Ana recordaba la vida de unos mosquitos muy pequeños que crecían todas las mañanas a la orilla del río, volaban desde la ribera sobre las aguas, y en medio de ellas morían y eran pasto de unos peces que contaban todos los días con aquel alimento. Pues así era el vivir para todas las criaturas, un rayo de sol que se cruza, para volver a la sombra de que se vino. Y estos pensamientos, que antiguamente la atormentaban, ahora le daban alegría. Porque el vivir era el estar sin Dios, el morir renacer en

Un número increible de ómnibus y carruajes que jamas concluye cruza eternamente por sus puentes; la gente que de dia y de noche les atraviesa es tambien innumerable.