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En una de las escenas en que el rey Mahometo le dice á la princesa Rogeria que ya está al tanto de cuanto ocurre y que si cree que él se mama el dedo está equivocada, Rogeria que sin duda no tiene ganas de broma le contesta que eso de mamarse el dedo se lo cuente á su abuela, y para dar mayor fuerza al argumento llama á sus ejércitos y se provee de daga y espada; en esto el apuntador toca un pito, la música lo hace del Himno de Riego, entran en plaza precipitadamente ejércitos moros y cristianos, y se arma una de polvo y de latigazos que da gozo.

Pero antes de presenciar el gran delito que se prepara, cúmplenos observar, aunque sea de ligero, esas singulares ceremonias de que hemos hecho mérito, para comprender mejor el sangriento escándalo, la alarma y el enojo, que los dos osados cristianos debieron producir en los musulmanes cordobeses y su gobierno.

Algunos hay que procuran estas fees con buena intención, otros se sirven dellas acaso y de industria: que, viniendo a robar a tierra de cristianos, si a dicha se pierden o los cautivan, sacan sus firmas y dicen que por aquellos papeles se verá el propósito con que venían, el cual era de quedarse en tierra de cristianos, y que por eso venían en corso con los demás turcos.

Esta obra leyó con diligencia i atencion grande don Pablo, el cual, hallando en ella muchos secretos del judaismo, que aun él mesmo con ser el rabí de mas letras que en estos reinos había, los ignoraba, fué alumbrado del Espíritu Santo, diciendo en su corazon que sin duda la lei de los cristianos era la de la salvación del mundo.

Con ella penetraron en la Península nueva religión, lenguaje y costumbres, que debieron modificar diversamente las de los cristianos que la poblaban, aunque su influjo no fuera ni tan poderoso ni tan exclusivo, que ahogase todos los gérmenes de civilización, que maduraban en el seno de la Iglesia cristiana.

Y entonces, más listos y expeditos aún, dieron muerte a los cómitres, quitaron grillos y cadenas y pusieron en libertad a los galeotes, que eran más de sesenta cristianos cautivos. Estos hallaron sin dificultad armas de que apoderarse. Tarde semi-comprendió el capitán corsario la estratagema que le habían urdido, mas no desmayó por eso.

9.º Que ningun judío pueda comerciar ni hacer contrato alguno con los cristianos para evitar los engaños que suelen hacer, i las usuras que suelen llevar.

»¡Gran contienda se inaugura entre la barbarie y la cultura, entre las sombras y la luz, entre Cristianos y Muslimes! Preparado está el mundo y dispuesto para grandes cosas, como el hierro que sale de la fragua enrojecido y solo espera la nueva forma que van á darle sobre el yunque. »El Franco y el Arabe son la tenaza que le tiene asido, y cada cual levanta sobre él su martillo.

Hágame el favor, compadre, de ponerme delante de usted, porque como no soy muy alto, podrá usted ver por encima de mi cabeza, y, ¡Dios me salve! estos espectáculos son desgraciadamente tan raros, que entre cristianos hay que ayudarse en la vía de salvación. EL HOMBRE DEL PUEBLO. Pase, pues, señor, y no me olvide en sus oraciones.

Tal es el objeto que me propongo en esta carta, y creo que lo conseguiré, haciendo resonar en el fondo de su conciencia aquella voz misteriosa que gritó á San Pablo, perseguidor de los cristianos: «Saulo, ¿por qué me persigues