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Los griegos aspiraban á la hegemonía, por ser los más civilizados y creerse los más aptos para dar la civilización á los otros hombres. Los romanos, al conquistar las tierras, implantaban el derecho y las reglas de la justicia. Los franceses de la Revolución y del Imperio justificaban sus invasiones con el deseo de libertar á los hombres y sembrar nuevas ideas.

La vanidad de creerse sobrado interesante para que aquellas mujeres, que le habían visto y que habían notado su persecución, volviesen al cabo a buscarle, o arrepentidas del desvío primero, o no arrepentidas, sino siguiendo en los mismos propósitos, ya que la fuga, según el Conde, había estado muy en su lugar, so pena de haberse humillado ellas a pasar por harto fáciles y livianas, prestándose desde el primer momento a dejarse acompañar por quien no conocían ni de nombre, sólo porque habían reparado, sin duda, que era rico, titulado y tenía coche.

Debía pensar que aquella señora estaba siempre viajando. ¡A saber dónde se hallaría en aquel momento!... Pero la tristeza del torero al creerse olvidado obligó a don José a mentir piadosamente. Días antes había recibido una breve carta de Italia, en la que doña Sol le pedía noticias del herido. ¡A verla! dijo con ansiedad el espada.

Y llegaba a creerse la muy tonta que la forma, la idea blanca, le decía con familiar lenguaje semejante al suyo: «No mires tanto este cerco de oro y piedras que me rodea, y mírame a que soy la verdad. Yo te he dado el único bien que puedes esperar. Con ser poco, es más de lo que te mereces.

Frígilis era apóstol ferviente del transformismo; le parecía absurdo y hasta ridículo hacer ascos al abolengo animal.... Don Pompeyo, aunque se sentía seducido por aquella teoría que dejaba un subido y delicioso olor a herética y atea, no se decidía a creerse descendiente de cien orangutanes; sonreía como si le hiciesen cosquillas... pero no se determinaba a decir ni a decir no.

Irritaba a la de Quintanar esta insistencia de sus ensueños. ¿De qué le servía resistir en vela, luchar con valor y fuerza todo el día, llegar a creerse superior a la obsesión pecaminosa, casi a despreciar la tentación, si la flaca naturaleza a sus solas, abandonada del espíritu, se rendía a discreción, y era masa inerte en poder del enemigo?

So color, pues, de creerse indigno de Margarita, abandona á su patria con el corazón desgarrado, y se decide á hacer la guerra esperando encontrar en ella la muerte, ó, por lo menos, ganar por sus méritos el corazón de Margarita.

Diéronsele, pues, las consabidas serenatas por todas las murgas de la población; recibió las acostumbradas felicitaciones, y, ¡oh fuerza de la vanidad satisfecha!, llegó a creerse merecedor de tanto obsequio, y hasta legítimo representante de la libérrima voluntad de sus electores.

Por el contrario, algunas cosas prodigiosas que refieren los Gentiles, y no hay otra prueba que el rumor del pueblo, no han de creerse, porque por ser las cosas extrañas, y naturalmente imposibles, no podemos inclinarnos á creerlas, quando la autoridad de los que las refieren no es de ningun momento.

Experimentó Ojeda con esto la primera satisfacción de toda la noche. ¡Muy bien! Así aprendería el viejo importuno a no creerse en plena intimidad. Además se imaginó, con un optimismo inexplicable, que esta negativa era a causa de él. Tal vez Maud deseaba igualmente una entrevista, al desvanecerse su enfado inexplicable. ¡Quién sabe!...