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Con Villarino brilló por última vez, como dice don Manuel, la gloria de los conquistadores españoles.

Todo lo hemos perdido me dijo ; que has hecho cuanto tu buen deseo te sugirió y cuanto estuvo en tu mano; pero si bien las monedas son dobladas, la mayor tiene el mal de pertenecer a los Reyes conquistadores de este suelo, Fernando e Isabel, y para los usos que debieron servir no perdonan los genios que aquí mandan ni el nombre ni la efigie de entrambos héroes.

Si así lo creemos, es solo por no haber mediado estipulacion espresa acerca de la conservacion del culto islamita en Córdoba, y porque no hallamos un solo documento que nos autorice á creer que á los muzlimes que permanecieron en esta ciudad y tierras circunvecinas con los cristianos conquistadores, se les hubiese reservado una sola mezquita en que congregarse para hacer sus azalas.

Desde que los conquistadores pisaron la sabana de Bogotá hasta la fecha, decía Roberto Suárez con voz grave, se habrán suicidado en estas inmediaciones no menos de diez mil personas. Entre ese número infinito de causas que hacen la vida imposible, ¡cuántas, radicando en la imaginación, la exaltan, la enloquecen!

Hoy reina el número, como antes imperaban la guerra, la teología y el pergamino. La historia del gobierno humano debe dividirse actualmente de otra manera que se ha hecho hasta aquí. Aquella division debe hoy hacerse del siguiente modo, ó de un modo análogo. Primero: gobiernos conquistadores; la fuerza. Segundo: gobiernos teologales; la religion. Tercero: gobiernos tradicionales; la casta.

Y terminada la revolución, al verse vencedores los enemigos de la tiranía, se dieron buena prisa en acabar con el «triste Chactas», pasándolo a cuchillo en muchos países de nuestra América, quemando sus tolderías, repartiéndose a sus hijos, o mezclándolo en las luchas civiles para que fuese carne de cañón. Otra vez volvieron a hablar de los primeros conquistadores.

Por Levante baja hasta el famoso lago de los Xarayes, á quien con razón llamaron el mar Dulce los primeros conquistadores, por su amplitud y grandeza. Por la Tramontana la cierra una gran cadena de montes bien larga, que corriendo de la parte de Levante á Poniente, remata en este lago.

Su bisabuelo había sido, después de Jerónimo de Aliaga, del alcalde Ribera, de Martín de Alcántara y de Diego Maldonado el Rico, uno de los conquistadores más favorecidos por Pizarro con repartimientos en el valle del Rimac. El emperador le acordó el uso del Don, y algunos años después los valiosos presentes que enviaba a la corona le alcanzaron la merced de un hábito de Santiago.

En las paredes del salón como desusada maravilla, colgó Juan cuatro platos castellanos, de los que los conquistadores españoles embutían en las torres.

Sólo el que ha colonizado puede comprender la conducta de aquellos españoles. Tuvieron que implantar la civilización de su época sin otra ayuda que la de unos niños grandes que únicamente se mueven a impulsos del temor. Hablaron después de esto de los «grandes crímenes» de los conquistadores. Eran gente dura, violenta dijo Ojeda , y hasta entre ellos mismos dirimían con sangre sus cuestiones.