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Eso es verdad. Otra razón. Por la mañana yo confieso pocas veces, y esta excepción hecha ahora en favor de usted hace murmurar a mis enemigos, que son muchos y de infinitas clases. ¿Usted tiene enemigos? ¡Oh, amiga mía! cuenta las estrellas si puedes y señaló al cielo el número de mis enemigos es infinito como las estrellas. El Magistral sonrió como un mártir entre llamas.

Sin hacerle un reproche, le ofrecí la mano. ¿Me guardas rencor, Magdalena? Mucho. Sin embargo, te juro que ha sucedido a pesar mío... De modo que te casas a pesar tuyo... No... lo confieso... Pero... ¿Cómo diré yo?... Al principio no pensé en tal cosa. Sin duda dije con amargura. Sin pensar, estuviste provocadora y coqueta.

Todas las muchachas, tarde o temprano, tienen gana de casarse y si no la tienes todavía es que estás un poco atrasada para tu edad. ¡Diecisiete años! ¡Ahí es nada!... Un monstruo... de una bonita especie, lo confieso... Pues bien, papá, elige ... Perfectamente... Elijo a Kisseler... ¡Kisseler! Mi espanto le hizo reír de buena gana.

Yo mismo, confieso mi vicio: me gusta una copa ofrecida por los amigos... Es la enfermedad de la tierra. El revolucionario, arrastrado por el curso tumultuoso de sus pensamientos, olvidaba el vino para arremeter contra otro enemigo: la resignación ante la injusticia, la mansedumbre cristiana de los desgraciados.

Confieso que no esperaba semejante golpe y que hube de salir para ocultar mi desesperación y mi confusión.

Pues bien, dijo Tragomer; si nuestros esfuerzos son vanos, tendremos, al menos, la tranquilidad de haber cumplido con nuestro deber. ¿Verdad, Marenval? , querido amigo. Lo que acabo de oir á Vesín, me decide por completo. Yo estaba un poco dudoso, lo confieso, aun después de las seguridades que usted me había dado.

Confieso que se me figuró el muchacho esa fruta que suelen vender en Madrid, que arrancada verde aún del árbol, y madurada por el traqueteo y la prisa del viaje, tiene todo el exterior de la pasada madurez, sin haber tenido nunca la lozanía ni el sabor de la juventud y de la sazón. Los muchachos del ilustrado siglo XIX dije para , llegan a viejos sin haber sido nunca jóvenes.

Confieso que sentí despecho y tristeza al contemplar el palacio de los cuadrumanos. ¿Qué cosa es un mono sino un remedo, una caricatura de este mono sublimo que se llama el hombre?

Si no hubiese formado un propósito para toda la vida, propósito cuya realización de ti sólo depende, no vendría yo a hablarte en su nombre. ¿Sabe D. Jaime que soy pobrísima? Conoce con exactitud los bienes que posees. Es singular dijo doña Luz . Te lo confieso: yo tenía de misma y de los hombres mucha peor opinión.

Según me han dicho ahí en la posada, usted es la única persona que visita a mi marido... Yo le suplico, por lo más sagrado, ya que es usted su amigo, que intervenga para que termine nuestra separación. Lo deseo hace mucho tiempo con ansia... Confieso que no he sido buena para él... , ; lo todo interrumpió el clérigo con impaciencia. La dama se puso fuertemente colorada.