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Mi opinión es que este caballerito debe quedarse con usted, señor don Elías, porque si no, ¿qué va á ser de él? Elías manifestó comprender. ¿Qué va á ser de él si continúa abandonado y sin guía? prosiguió la dama. Por lo que ha pasado podemos colegir lo que pasará.

¿Usted no cree? me preguntó tristemente. Creo, por el contrario, en muchas cosas hermosas... en la bondad... en la ciencia... en la... Elena me interrumpió: Hay un nombre que lo resume todo, ¿y no lo dice usted? Es que quisiera comprender... ¿Comprenderlo todo? me preguntó. ¿Es eso posible? ¿Cree usted que todo se puede explicar? Yo no quería ni afligirla ni discutir.

Bastaba mirar a los nombrados para comprender que no se trataba de una broma irreverente; nadie se atrevió ni a pensarlo... El misterio de lo sobrenatural y lo inexplicable se cernía, como una grande ave negra, sobre las frentes, pálidas y sudorosas... Los mismos reyes se pusieron de pie... Y fray Anselmo dobló una rodilla en tierra, besó la mano del monarca, levantose, y habló... Sus palabras eran como sombras de palabras.

Por grande, por fervoroso que sea tu celo, es imposible que te ofusque hasta no dejarte comprender esto. Lo absurdo, lo inconcebible, es que me propongas que asista impávido a presenciar la vida que hacíais antes de mi llegada. ¡Ni un mal rosario había en la casa! Y vivíamos tan ricamente. Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades. Pues yo no quiero consentir lo otro.

Una contemplación más atenta le había hecho comprender después que todos esos detalles juntos formaban el evento de su persona; pero entonces también había visto que aquella belleza no era durable.

Luisa se hallaba agitada por una emoción tan profunda, que temblaba de pies a cabeza. Pasado el peligro, volvía a recobrar su carácter dulce, y ella misma no podía comprender el valor de que había dado pruebas pocos minutos antes.

Abre por fin el libro: es una novela romántica. Un desgraciado á quien el mundo no ha podido comprender, maldice á la sociedad, á la humanidad entera, maldice á la tierra y al cielo, maldice lo pasado, lo presente y lo futuro, maldice al mismo Dios, se maldice á mismo; y cansado de mirar un sol helado y sombrío, una tierra mustia y agostado, de arrastrar una existencia que pesa sobre su corazon, que le oprime, que le ahoga como los brazos del verdugo al infeliz ajusticiado, se propone dar fin á sus dias.

Renuncia, sin comprender nada a ciencia cierta, a la vida del amor que sin embargo seguirá murmurando en su corazón; y va viniendo así el olvido sobre su mundo interior apasionado. Ya el amor llega a tomar para ella una forma solamente ideal, cosa de la fantasía, romanticismo, sueño de poetas.

Clavaba su lorgnon en los zamarros, sobre todo, como si tuviera delante una momia frescamente salida de su hipogea. Se los puso y no podía dar un paso; trabajo me costó hacerle comprender su utilidad, una vez a caballo. Oui mais vous êtes américain!, me contestaba, tal vez con razón, en el fondo.

Allí fue mucho mayor mi sorpresa. Ni en torno del patíbulo, ni en toda la tierra que alcanzaban los ojos, se veía tampoco una figura humana. Subí las escaleras del tablado, deteniéndome a cada instante para mirar alrededor, pues no acertaba a comprender lo que era aquello. El cielo presentaba un aspecto distinto.