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Pero Rosas estaba muy distante de ocuparse de empresas que sólo al bienestar de la República propendiesen. Su ejército hizo un paseo marcial hasta el Río Colorado, marchando con lentitud, y haciendo observaciones sobre el terreno, clima y demás circunstancias del país que recorría.

Se conoce que acaba de llegar. Es chiquitín, regordete, colorado como una remolacha, y se sonríe como si estuviese contento. Está, sin embargo, de luto. Mira, Juana, yo no tengo gana de recibir visitas. Dile que me duele la cabeza, que vuelva otra vez si tiene algo importante que decirme, que hoy no recibo.

De la cazuela salió entonces una voz que gritó: Fué Pepe de la Esguila. Las miradas del público se dirigieron hacia este menestral, que se hizo el distraído sacando la boquilla del cornetín y sacudiéndola; pero estaba cada vez más colorado. Si no sabe tocar que se vaya a la cama gritó la misma voz.

A la una de la tarde mandé la chalupa con el piloto á la Punta de los Lobos, para que registrase los bajos, y viese si habia sitio á donde echar el caballo en tierra, á fin de reconocer la boca del Colorado por considerarme ya muy cerca de su desague. Al ponerse el sol tendí la ancla grande, por haberse puesto el horizonte de mal semblante.

Plantose en la casa de los protestantes a reclamar a la tarasca. Tun, tun... ¿quién?... yo... Y salió el pastor, que es uno que llaman D. Horacio, que tiene el pelo colorado y ralo, como barbas de maíz; salió también la pastora, su mujer, que es una tal doña Malvina... buenas personas los dos, porque lo protestante no quita lo decente.

Esta mejora proporcionará con el tiempo el establecer otra línea sobre el Rio Colorado, para luego avanzar hasta el Diamante, que es la que se debe ocupar para el engrandecimiento del estado argentino.

"Para reconocer la otra banda del Colorado intenté vadearle, á cuyo objeto le hice tantear por un indiecito que se hallaba á cerca de media legua, pastoreando unos caballos de las tolderias de Usel.

Era el pobre Miguel que, después de haber trabajado como un héroe para contener la risa, poniéndose colorado como un pimiento, había reventado al fin, con gran dolor de su alma. Su tío le clavó una mirada capaz de dejarle seco en el acto; los demás le miraron también severamente y con asombro; nadie dijo nada, sin embargo.

En el teatro solía dirigirle con disimulo vivas miradas y alguna que otra vez se aventuraba a soltarle un sombrerazo. Pero en cuanto lo hacía se ponía colorado y miraba con susto a todas partes, temblando de que aquel naciente sentimiento de su alma fuese descubierto. ¡Inocente Gonzalo! Mucho antes de que él se diese cuenta cabal de tal inclinación, la villa entera la conocía.

Como á nueve leguas del Colorado encontre la Bahia de Brightman, etc." Desde entonces no se oyó hablar mas del Colorado, hasta la campaña de 1833, en que el Sr. General Rosas, cuyo cuartel general ocupaba las márgenes de este rio, ordenó que se emprendiese su reconocimiento.