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So color, pues, de creerse indigno de Margarita, abandona á su patria con el corazón desgarrado, y se decide á hacer la guerra esperando encontrar en ella la muerte, ó, por lo menos, ganar por sus méritos el corazón de Margarita.

Una sombra verdosa enfriaba este camino, á la vista del luminoso mar, de las montañas amarillentas, que iban tomando un color rojizo bajo el sol de la tarde. Lubimoff explicó á su compañera las singularidades del promontorio que sirve de asiento al viejo Mónaco.

El sol había huido y el triste color del día era uniforme y sombrío como el de una mortaja. Aunque la cabaña estaba resguardada por la peña, la tempestad había arrebatado parte de su techo durante la noche.

Mi mujer llevaba el sombrero de camino, eramos extranjeros, yo tenia cierto color árabe ó americano, el color de los hijos de un clima meridional; despues de cuatro ó cinco dias de viaje en estío: en fin, notaron que cubria mi cabeza un sombrero de jipijapa, la etimología de este sombrero era evidente, y la ilusion fué tan completa como era evidente el orígen de mi sombrero.

Cualquiera me conocerá en estos días en que el fastidio se apodera de mi alma, y en que no hay cosa que tenga a mis ojos color, y menos, color agradable.

El color subido de ladrillo era uniforme, con ligeros cambiantes, y general en todo; en la tierra y las casas, en el hierro y en los vestidos. Las mujeres ocupadas en lavar parecían una pléyade de equívocas ninfas de barro ferruginoso crudo. Por la cañada abajo, en dirección al río, corría un arroyo de agua encarnada.

Decir á un chamorro, y sobre todo á una chamorra, que las aguas donde arrojaron al jesuíta no tienen el color de sangre, y os mirará con la lástima de creer trata con un loco. Al Padre Diego sucedió en la dirección de la misión, el jesuíta Fray Francisco Solano, el cual continuó la obra de su antecesor con fe y perseverancia.

A los gritos acudieron algunos criados, que se detuvieron confusos, atónitos, contemplando aquella escena extraña. También se abrió la puerta del gabinete y apareció en ella la figura del duque, de bata y gorro. En poco tiempo había envejecido de un modo sorprendente. Tenía los ojos apagados, el color caído, las mejillas pendientes y flácidas.

Vestía una bata suelta de color carmesí bastante usada, y traía el cabello sujeto con una redecilla blanca. Mas pasaba una cosa singular con esta niña. Con el vestido usado, y descosido a veces, de trajinar por la casa, y el cabello al desgaire, estaba más linda que cuando se ponía de tiros largos.

Otra vez, viéndose perseguido por un crucero británico, desfiguró su buque en una sola noche, pintándolo de otro color y cambiando la arboladura. Los capitanes ingleses tenían datos en abundancia para conocer el buque del audaz negrero; pero como si no tuvieran nada.