United States or Palestine ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aturdido todavía y lleno de saña, entróse precipitadamente Jacobo en el carruaje y dio orden al cochero de volver a Bayona, al Hotel de Saint Etienne, donde se había apeado la víspera.

Y recordó algunas escenas que presenciara, en las que se demostraba ese geniazo de la Pepa. ¿No había llegado una vez a tirar una cacerola a la cabeza de su marido, el cochero de la casa, porque éste pellizcara a Juana, la hija del capataz?... ¡Cómo había cambiado esta mujer bajo el dominio fascinante del Chucro!...

Ya no eran las deudas y los apuros pecuniarios las amarguras de la vida; ahora, la fatalidad, según ella decía, complacíase en agobiarla con nuevos golpes, quitando a la familia los escasos medios que la restaban para sostener su prestigio. Aquella mañana había sido de prueba para las de Pajares. Nelet el cochero subió muy alarmado a dar cuenta a sus señoras de que el caballo estaba enfermo.

Don Roque de la Riva, alcalde constitucional de Sarrió, a quien hemos tenido el honor de comparar, cuando por primera vez le vimos en el teatro, a un cortesano de Luis XV, o a un cochero de casa grande, no se distinguía por la pureza de la dicción; antes era ésta tan atropellada y confusa, que al interlocutor le costaba gran trabajo entenderle.

Vamos, Juanillo, haz un esfuerzo; llegaremos pronto al puesto... ¿Pero señor, dónde se meten los coches...? Ni uno sólo cruza por aquí... Allá lejos veo uno... ¡gracias a Dios!... ¡Se aleja el maldito!... Aquí está otro... éste ya es mío. A ver cochero... cinco duros si V. nos lleva volando al hotel número diez de la Castellana...

Y el viejo que tenía en frente al cochero de la estancia levantaba en alto un jarro de lata tomado por los bordes con las puntas de los dedos vueltos hacia abajo. ¡Por la niña Clota!...

A las nueve en punto de la noche, en la calle de Fuencarral, esquina a la de las Infantas, Miguel esperaba a la generala, que debía cruzar en un coche de alquiler. Así lo habían convenido. El coche se detuvo. ¡Con qué emoción placentera abrió nuestro joven la portezuela de la berlina y se sentó al lado de Lucía! El cochero esperaba órdenes.

Vio al cochero levantarse en el pescante y castigar con todas sus fuerzas a los caballos, sin que éstos aceleraran su marcha ni se oyera tampoco el chasquido del látigo. Procuraba Adriana, vanamente, recordar las circunstancias en que sin duda desistiera de casarse con Muñoz.

El cochero de don Agapito los había echado a perder enteramente; sobre todo el Gallardo, el de la izquierda, ¿sabe usted? un poco más obscuro que el otro... Aquél era una cosa perdida. Si cae en otras manos, a estas horas no vale dos pesetas. Hoy es mejor que el otro todavía... Cuestión de paciencia, ¿sabe usted? añadió con fingida modestia.

Pero sobre ser esto un poco aventurado, porque el cochero podía arrear y volcarme, se adelantaba poco en ello. Sin poder ofrecer las pruebas, no era fácil que hiciese creer a la gente que llevaban a una joven secuestrada.