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Gran cariño les inspiraba Clarita; pero al tenerla á su lado la condenaban á ser pobre como ellas para toda la vida. Consideraban á don Elías como persona de posición y carácter, y no dudaron, por lo tanto, en dejarle la niña. Permaneció, sin embargo, en Sahagún hasta 1812, época en que el realista dejó las armas y se retiró á Madrid.

Don Fadrique miró con disimulo, pero con mucha atención, á Clarita mientras que D. Carlos recitó el idilio. Si aun le hubiera quedado la menor duda de que Clara era Clori, la duda se hubiera disipado. Á Clarita, valiéndonos de una expresión en extremo vulgar, si bien muy pintoresca, un color se le iba y otro se le venía mientras los versos duraron.

De esta suerte, Clarita hubo de tranquilizarse y no sobresaltarse de no ver á D. Carlos por la mañana en la iglesia. Á quien vió varias veces casi en el mismo lugar en que D. Carlos se colocaba fué al Comendador, cuya maldad su madre le había ponderado, y que ella se inclinaba irresistiblemente á creer bueno.

Desde su asiento habló de mil cosas con animada y alegre conversación, resuelto á aguardar allí á que Don Casimiro se fuese y á que D. Valentín y Doña Clara despejasen, para hablar á solas con Doña Blanca. Doña Blanca adivinó la intención del fraile, entró en curiosidad, y pronto halló modo de despedir á D. Casimiro y de echar de la sala á D. Valentín y á Clarita.

Después pasaba todos los días por ahí, y siempre que me encontraba en la calle me paraba pa preguntarme por doña Clarita. ¡Ay! un día me vió mi Pascual hablando con él, y por poco ... mi Pascual tiene un genio del demonio, y cuando se enfaa ... usted no supo cómo le pegó de cachetines al carnicero de ahí enfrente ... Luego, como es una así ... tan guapetona.

No, hija mía; nada de eso basta á explicar mi predilección por Clarita. ¿Cómo que no basta? Sea V. franco. ¿No quiere V. y estima casi tanto á Lucía? Las comparaciones son odiosas, y las del cariño más. Supongamos, á pesar de todo, que estimo y quiero á Lucía casi tanto. Eso probaría sólo que Lucía vale casi tanto como Clara. Y que ambas están educadas con más esmero.

Se contentó con rogar á su maestro que no se volviese á Villabermeja, que siguiese frecuentando la casa de Doña Blanca y que tratase de desvanecer todo recelo en dicha señora, prometiéndole no hablar con Clarita de la proyectada boda ni decirle nada en contra de los deseos de su madre. El Comendador quería meditar, y meditó largamente, sobre el asunto.

En este lugar creen todos que V. ha venido, abandonando á sus padres, su casa y sus estudios, para pretender á Lucía; pero este engaño no puede durar. Imagine V. el alboroto, los chismes, las hablillas á que dará V. ocasión y motivo el día en que se sepa, como no podrá menos de saberse, que V. pretende á Clarita, á quien todos creen ya prometida esposa de D. Casimiro Solís.

¡Míos! repuso Arias , renuncio la propiedad, Y en cuanto a haber envejecido, cuando yo nací, Clarita, era ya el siglo mayor de edad; por consiguiente, ajusta la cuenta. Serán los afanes y fatigas que te dan tus recomendados los que te han puesto viejo. Hay quien dice añadió otra muchacha que los extranjeros están haciendo una suscripción para levantarte una estatua.

Cuanto hay que saber de Clarita lo sabes mejor que yo. ¿Qué puedo añadir á lo que sabes? Oiga V., tío: aunque niña, no soy tan fácil de engañar. Aquí hay varios puntos obscuros, inexplicables, y yo no sosiego hasta que todo me lo explico. Pues ya estás aviada, hija mía, si no te sosiegas hasta que halles la explicación de todo. Condenada estás á desasosiego perpetuo.