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Sobre una mesa de mármol brillaba entre humo espeso de tabaco, como una estrella detrás de niebla, la llama de una bujía que servía para dar lumbre a los cigarros.

Yo reconozco que en esta casa hace falta un chiquitín. También yo lo deseo tanto como vosotras; pero esto, hija de mi alma, no se puede ir a buscar a las tiendas, ni lo debe traer Estupiñá debajo de la capa, como las cajas de cigarros. El parecido, convéncete tontuela, no es más que la exaltación de tu pensamiento por causa de esa maldita novela del niño encontrado.

La primera vez que Maurescamp y sus amigos vieron por entre el humo de sus cigarros a Juana sentada en uno de esos bancos, sintiéronse no solamente sorprendidos, sino también disgustados. Había entrado sin hacer ruido, sin ser notada, sentándose silenciosa y observaba a los tiradores.

En esta, dando una prueba de exquisita honradez, puso el importe de los cigarros que con el dinero de Isidora se había comprado. Capítulo III Entreacto con la Iglesia Un mes no completo había transcurrido de esta vida honrada y económica, sin que Isidora pudiera llegar a decidir en qué profesión, arte u oficio había de emplear su talento y ganas de ponerse al trabajo.

Detrás del mostrador se alzaba penosamente un mal estante con media docena de mazos de cigarros, envueltos en papel de estraza; algunos libritos de fumar, y un paquete de cerillas.

Ya veis que aquí no puede venir cualesquiera. Hay responsabilidá. Pitillos Quiso Amparo mudarse de taller, y solicitó pasar al de cigarrillos, donde le agradaba más el trabajo y la compañía. Entre el taller de cigarros comunes y el de cigarrillos, que estaba un piso más arriba, mediaba gran diferencia: podía decirse que este era a aquel lo que el Paraíso de Dante al Purgatorio.

¿Sabe usted que estoy un poco mareado?... El humo de los cigarros y el calor que aquí hace... ¿Quiere usted que salgamos a refrescarnos? Daniel se levantó a su vez; me prohibió pagar, porque tenía allí cuenta abierta, y salimos a la calle. Bajamos a la de las Sierpes, única donde quedaban aún ciertos residuos de animación. Había algunos cafés abiertos.

La partida había terminado, y un derroche de cerveza y gruesos cigarros de Hamburgo servía para festejar el éxito de los gananciosos. Era la hora de las expansiones germánicas, de la intimidad entre hombres, de las bromas lentas y pesadas, de los cuentos subidos de color.

Bettina estaba allí, plantada ante él, con la caja de cigarros en las dos manos, y los ojos fijos con toda franqueza en el rostro de Juan; gozando del placer muy real y muy vivo que puede traducirse por estas palabras: Me parece que estoy mirando a un buen muchacho. Ahora sentémonos aquí dijo madama Scott, ante esta preciosa noche... tomad vuestro café... fumad. Y no hablemos, Zuzie, no hablemos.

Clara escucha ruborizada estas nobles palabras y murmura: Gracias, gracias, tío Leandro... Gracias todos. Jamás les olvidaré y espero que pronto nos hemos de ver. Y volviéndose a un criado añadió: Ve al comedor y bájame champagne y cigarros. Quiero que ustedes beban una copa y fumen un cigarro a mi salud y a la de mi marido.