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El señor Fermín no supo si fue por consejo de don Fernando o por propia iniciativa del amo; pero lo cierto era que éste, con el acento imperioso que empleaba para hacer el bien, manifestó su deseo de que Ferminillo fuese a Londres a expensas de la casa, para pasar una larga temporada en la sucursal que tenía en Collins-Street.

Así debe de ser, y cierto, que vivimos de todas suertes agradecidos a la previsión y ardiente caridad con que el reverendo padre nos quiso sacar de esta peregrina duda. Yo, que no tengo un ápice de metafísico, y que dejo la resolución de estos problemas a aquellos que tienen más noticias ciertas que yo de nuestro destino, me ciño a decir que el deseo existe, y esto basta para mi propósito.

La figura de Don Pedro es, sin disputa alguna, lo más brillante de esta comedia; porque si bien es cierto que antes se había presentado en el teatro con mucho acierto por los dramáticos anteriores, no lo es menos que en esta parte ha aventajado á todos Moreto. «Todos los detalles de este personaje, dice L. Viel-Castell, son de una profundidad y perfección tal, que, cuanto más se consideran, parecen más evidentes.

¡Se hace de rogar!... don Ricardo. ...pues... la «Pampita»... ¡Estás muy pavo! ¡...me... ha... desahuciado! ¡Eso no es cierto! no lo dirías en ese tono. Ciertísimo, Melchor. No te creo. Bueno, cuenta cómo fue dijo Lorenzo.

Mas no era por cierto muy desairada la situación del buen Migajas, quiero decir, que era hasta cierto punto correspondido en su loca pasión. ¿Quién puede medir la intensidad amorosa de un corazón de estopa ó serrín? El mundo está lleno de misterios.

El duque de Requena había gastado en los preparativos más de un millón de pesetas, según contaban los revisteros a sus lectores. Decían además ¡oh caso inaudito! que las flores habían venido casi todas de París. Y era cierto. El duque, nacido en Valencia, el más hermoso jardín de Europa, para su baile hacía traer las flores de Francia. Un capital de algunos miles de duros en flores.

Una semana ha necesitado Simón..., mejor dicho, he necesitado yo, para que él me ponga al corriente de todas esas cosas en que estoy obligada a entender desde que falta tu padre. ¡Qué despilfarros, hija mía, y qué barullos!... Lo que Simón dice: «aquí no se ha tratado más que de pedirle dinero; grandes sumas, cada vez más grandes, sin pararse a considerar que no siempre lo hay disponible, y que cuando no lo hay así, el adquirido de prisa cuesta muy caro; y de este modo se van eslabonando unas trampas con otras... hasta que se llega al punto a que se ha llegado en esta casa». No vayas a creerte, hija mía, por esto que te digo, que estemos a pique de salir a pedir el pan que hemos de comer mañana; pero lo cierto es que el estado de nuestra fortuna es, relativamente, muy grave; que llegará a serlo mucho más si no se le pone luego el remedio que necesita, y que hay que decidirse a ponérsele, sin la menor tardanza.

Mientras se hallaba ocupado en estas reflexiones, resonó un golpecito en la puerta del estudio, y el ministro dijo: "Entrad" no sin cierto temor de que pudiera ser un espíritu maligno. ¡Y así fué! Era el anciano Rogerio Chillingworth. El ministro se puso en pie, pálido y mudo, con una mano en las Sagradas Escrituras y la otra sobre el pecho. ¡Bienvenido, Reverendo Señor! dijo el médico.

Si con los recuerdos de aquella época hubiese conservado la más leve de las ignorancias que la hicieron tan bella y tan estéril, diría que aquella facultad singular, siempre dominadora y jamás sumisa, desigual, indisciplinable, llegando en cierto momento y alejándose como había venido, asemejaba a lo que los poetas llaman inspiración y personifican en su Musa.

No debe, por consiguiente, decir nunca como El Universal: «Este periódico sale todos los días excepto los lunes»; sino decir: «De este periódico sólo se sabe de cierto que no sale los lunes». Porque el hombre pone y Dios dispone.