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Cabildo en la eleccion de la Junta se habia excedido de sus facultades, y teniendo noticia cierta de que todos los Señores Vocales habian hecho renuncia de sus respectivos cargos, habia el pueblo reasumido la autoridad que depositó en el Exmo.

Ordoño, rey de León, ha desposado á su hermana Doña Linda con el conde Lisuardo, encargándole, sin embargo, cierta misión en Inglaterra antes de celebrarse el matrimonio.

La única cosa de que se le podría acusar es de una cierta frialdad de alma esa impasibilidad egoísta del célibe, a quien la vida ha hecho sufrir poco y que no está dispuesto a comprender los sufrimientos de los demás. En Delaberge, este defecto débese menos a una natural sequedad de corazón que a las particulares condiciones en que su infancia y su juventud se desenvolvieron.

Venía de un baile; traía en los vestidos como un olor de lujo, de los ramilletes de las mujeres y del placer, y en su semblante, un poco plegado por la vigilia, llevaba resplandores de fiesta y cierta palidez, cierta emoción que le prestaba una elegancia infinitamente seductora.

Las miradas de algunos pasajeros tendidos en sus sillones le seguían con cierta admiración. Parecía haber crecido en una noche. Era otro, con la mirada grave, la frente pesada, los brazos cruzados sobre el pecho y un índice apoyado en la boca, lo mismo que si adoptase un gesto de pensador viéndose rodeado de máquinas fotográficas. Tengo que hablarle.

Esta gravedad cómica y esta jovialidad trágica que tienen los franceses para decir los mayores disparates con la esplendidez más pomposa, hasta con cierto engreimiento, hasta con cierta altanería, es una cosa que me subleva y me amargura.

Quiso Dios al fin consolarnos con noticia cierta del felicísimo arribo de estos dos Misioneros al puesto de la bienaventuranza, con una muerte tan gloriosa.

Adela fue un ejemplo de esta verdad: medio año hacía que se había unido con santos vínculos a Carlos; la moda exigía cierta separación, cierto abandono. ¿Cuánto no se hubiera reído el mundo de un marido atento con su mujer?

Apretaba la frente contra los pies del Redentor, respirando ansiosamente y con cierta opresión, y sentía latir en sus sienes la sangre con singular violencia, mientras el dorado y sutil vello de su nuca se levantaba de un modo imperceptible a impulso de la emoción que la embargaba. De vez en cuando sus labios, pálidos y trémulos, decían en voz baja: ¡Sigue, sigue!

Pues los «hombres» contestó el joven con cierta timidez, como si le repugnase mentir creen que esto marcha bien y que muy pronto vendrá «la nuestra». Lo mismo digo yo. Y tras esta afirmación enérgica, que rebosaba fe, el empleado miró con cierta envidia a aquel joven de mísera facha, que podía tratarse de igual a igual con los «hombres».