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Veo que tienes buena opinión de ti respondió el cura, que hacía esfuerzos por tomar severo aspecto. ¡Ah, excelente! Bueno, y ahora; ¿quieres o no quieres escucharme? Estoy cierta continué yo, siguiendo mi idea, de que Holofernes era infinitamente más simpático que mi tía, y de que me hubiera entendido con él perfectamente. Por lo tanto, no alcanzo a ver lo que me impediría imitar a Judith.

No tienes planes de cierta especie, ni la menor idea de imponerme tu voluntad ni tus caprichos: corriente; pero suponte ahora que yo te digo: es indispensable, absolutamente indispensable, cambiar de vida, de estado... en fin, hija, casarse, porque, de otro modo, ahorcan. Aquí tienes dos aspirantes: tu primo Nacho y Leto. Elige. Pues a Leto, eligió Nieves sin vacilar.

Delante de mamá no rezaba sino con los labios... Pues bien; en cierta época de mi vida llegué a conseguir lo que a Dios pedía; llegué a aficionarme a las cosas santas; llegué a sentir un entusiasmo, una exaltación religiosa semejante a la que ahora siento por muy distinto objeto. Me consideraba feliz y pedía a la Virgen que conservara en tan agradable estado.

Gentleman: queda usted autorizado para mover la cabeza, para levantarla, si es que puede, y para cambiar de postura con cierta suavidad, sin poner en peligro á la muchedumbre justamente curiosa que le rodea. En cuanto á mover los brazos ó las piernas, le aconsejo una completa abstención hasta nueva orden. Ya habrá visto usted que su primer intento dió mal resultado. Le ruego que no insista.

Además, cuando se hallaba entre amigos de confianza, osaba poner algunos reparos al texto de las Sagradas Escrituras, en el cual encontraba ciertas contradicciones de bulto. Hasta se decía que en cierta ocasión, de sobremesa con varios sacerdotes, los había puesto en grave aprieto hablando del Génesis.

Por otra parte, estaba la señora Ladbrook, que de cofia y con un turbante en la mano hacía una reverencia y sonreía con dulzura, diciendo: «De ningún modo; yo esperaré»; a otra dama que se hallaba en la misma posición que ella y que atentamente le ofrecía la precedencia frente al espejo. Pero apenas la señorita Nancy hizo su reverencia, una dama de cierta edad se adelantó.

Siguió aplicándose el hijo del brigadier al estudio del derecho, si bien con cierta desigualdad: mientras en algunas asignaturas apretaba de firme y llamaba poderosamente la atención del profesor y los compañeros, otras las abandonaba casi por completo.

Te confieso que llegué a sentir veleidades de conquistar cierta extraña clase de nombradía; de echar mi modestia a un lado y de obtener palma y corona en el certamen de la hermosura. No fue el sentido moral quien detuvo mis arranques e impidió que cayese yo en aquel precipicio: fue mi soberano desdén hacia el juicio y la estimación de los hombres.

Último descendiente de una línea de míseros jornaleros del campo, había conseguido emanciparse de la servidumbre del terruño gracias a cierta viveza de ingenio demostrada en la escuela del lugar y a la protección de una señora vieja que le había costeado la carrera del sacerdocio. Carrera corta, don Fernando. Yo no soy teólogo; no soy doctor en nada.

Esta invitación al matrimonio, aunque dirigida al bello sexo en general, iba en particular, según la opinión pública, a cierta bella estanquera de la calle de Caborana, cuya amor pretendía Sinforoso hacía algunos años sin resultado.