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Pero los ministros, que descubrían esta astucia de Fernando, cerraban la Fontana, y entonces ésta se irritaba contra el Gobierno y trataba de derribarlo.

Los árboles cerraban en muchos parajes estas calles con bóveda espesa, prestándoles un tinte de amable misterio, que digan lo que quieran, es el hechizo mayor de los jardines, y apelamos al testimonio de todas las almas ardientes elevadas, particularmente a la de la señorita de Delgado.

Contesté del mejor modo posible a todas las preguntas, diciendo acerca de mi amigo los detalles que conocía, inventando descaradamente los que ignoraba, y guardándome, sobre todo, de confesar que jamás había reparado en si cerraban bien sus ventanas, o de qué color era el papel de su cuarto. ¡El papel de su cuarto! Es azul, señora, azul pálido con guirnaldas.

Ella la había defendido cuando las otras mujeres del gran mundo, cediendo al instinto de conservación, le hacían la guerra y le cerraban la entrada de sus casas, temiendo por la fidelidad de sus maridos. Como jugaba en Monte-Carlo todos los inviernos, había acompañado á la princesa hasta sus últimos instantes. Me quería más que mi madre... Tal vez se acordaba de que pude ser su hija.

La llanura esparcíase hasta las montañas que, esfumadas por la distancia, cerraban el horizonte; inculta, salvaje, con la solemnidad monótona de la tierra abandonada. Los hierbajos cubrían el suelo en apretadas marañas, matizando la primavera su verde oscuro con el blanco y el rojo de las flores silvestres.

Oyó un ruido que le pareció el de un balcón que abrían con cautela; dio dos pasos más entre los troncos que le impedían saber qué era aquello, y al fin vio que cerraban un balcón de su casa y que un hombre que parecía muy largo se descolgaba, sujeto a las barras y buscando con los pies la reja de una ventana del piso bajo para apoyarse en ella y después saltar sobre un montón de tierra.

Al menor intento de revuelta en las minas, cerraban la puerta, sirviendo el pan por un ventanillo. A pesar de su insaciable codicia, tenían un aspecto de miseria y sordidez más triste que el de la gente de fuera.

Barragán, dando un salto, gritó: «¡Socorro!» y se abalanzó a la puerta; pero viendo que sus enemigos le cerraban el paso retrocedió velozmente, se dejó caer sobre la puerta vidriera de la alcoba, que se abrió con rotura de algunos cristales, y pudo ganar la de escape que comunicaba con el corredor. ¡Socorro, que me asesinan!

Cerraban la marcha los padres de las muchachas, envejecidos antes de tiempo por las fatigas y sobriedades de la vida del campo, pobres bestias de la tierra, sumisas, resignadas, negras de piel, con los miembros secos como sarmientos, y que en la modorra de su mente recordaban cual una vaga y remota primavera los años del festeig.

Cerraban este valle algunas colinas pobladas de árboles de tono más oscuro.