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En sus costumbres y afectos se vislumbra siempre á España y al siglo XVII. Esta propensión á imprimir espíritu nacional en elementos extraños, no merece nuestra censura; pero parece que estos asuntos inspiran más débilmente al poeta, tan español en todo; por lo menos casi todas las comedias de esta clase son inferiores á las demás.

La batalla que el demonio y el ángel libraron, no duró mucho tiempo. Vino a decidirla, en favor del primero un billetito de Ventura que Generosa, la otra doncella de la casa, le trajo. Decía así: No te impacientes. Hoy hablaré a mamá. Ten confianza en tu Ventura. La mirada de la doncella al entregárselo, donde creyó advertir a pesar de la sonrisa una tácita censura, le turbó un poco.

La censura que ejercía el príncipe de Esquilache era puramente literaria, y a fe que el juez no podía ser más autorizado. En la plévade de poetas del siglo XVII, siglo que produjo a Cervantes, Calderón, Lope, Quevedo, Tirso de Molina, Alarcón y Moreto, el príncipe de Esquilache es uno de los más notables, si no por la grandeza de la idea, por la lozanía y corrección de la forma.

Hizo observar que, a su entender, aquel éxtasis más bien se parecía a una manifestación de Satanás, que a una prueba del favor divino, y exhortó a su amigo a que buscara si no ocultaba nada maldito en su corazón. Silas, sintiéndose obligado a aceptar la censura y la advertencia como un servicio fraternal, no tuvo ningún resentimiento.

Las grandes ciudades son verdaderos focos de corrupción, donde se van perdiendo íntegramente los sentimientos de humildad, de obediencia y de amor al pasado. Casi todos los madrileños saben leer y escribir, y aunque una enérgica censura amordaza a los escritores de la mala prensa, las ideas disolventes siempre encuentran camino por donde llegar al cerebro del pueblo.

Relacion sumaria de la Historia Natural de las Indias, compuesta, y dirigida al Emperador Carlos V. por el Capitan Gonzalo Fernandez de Oviedo. Examen Apologetico de la Historica narracion de los Naufragios, Peregrinaciones, y Milagros de Alvar Nuñez Cabeza de Baca, contra la Censura del Padre Honorio Filopono, por Don Antonio Ardoino, Marquès de Lorito.

Los celos de San José, de Cristóbal de Monroy; El Caín de Cataluña, de Rojas, y otras comedias religiosas análogas, fueron, á la verdad, prohibidas, por poner en ridículo, como se decía, á las cosas de la religión, siguiendo la misma suerte que había cabido también á los autos del día del Corpus; y, sin embargo, siempre fueron acogidas con igual entusiasmo las obras de la misma clase, que habían podido encontrar alguna gracia á los ojos de esa censura moral, estrecha y mezquina.

; á ese carácter prodigioso faltan dos cualidades capitalísimas. ¿Cuáles son? Las siguientes; y cuidado que cuando yo censuro, tengo derecho á que se me crea, porque al tachar un vicio, siento dolor. La censura que cae de mi humilde pluma, es una flor mústia que mi alma deposita en la urna sagrada de la verdad.

Su carácter experimentó al mismo tiempo una exaltación extraña. Antes, cualquier censura la echaba a risa y no le impresionaba; ahora, la observación más delicada la conmovía fuertemente, le hacía derramar copiosas lágrimas. Su amor propio se había hecho tan nervioso, tan excitable, que el más ligero choque con él sentíalo como una profunda puñalada.

Sin esto, no sabria nada ó casi nada: ¿cómo ha de conformarse en creer que la vida no ha dejado en sus canas ninguna ciencia, cuando esas canas representan la ciencia de la vida? Sus cabellos blancos y sedosos son oráculos para él. ¿Quién va á persuadir á un oráculo contra sus profecías? Así como la intolerancia viene del juicio, de la inteligencia, la censura viene del sentimiento.